¿Por qué arrepentirse de lo que NO hiciste duele más que fracasar?
¿Alguna vez te has sorprendido pensando: «Si tan solo hubiera aplicado a ese trabajo…», «Si tan solo le hubiera dicho lo que sentía…» o «Si tan solo me hubiera ido a vivir a otro lado…»?
Ahora recuerda las veces en que sí te atreviste, diste el paso… y aunque salió mal, al cabo de unos meses ya te reías del asunto o simplemente lo dejaste atrás.
No es casualidad ni tampoco es que «a algunos les pasa y a mí no». Estás experimentando una de las leyes más sólidas y estudiadas de la psicología: la dinámica del arrepentimiento temporal.
El efecto acción vs. el efecto omisión
Desde los años 90, la psicología ha mapeado un fenómeno conocido como el sesgo de omisión en el arrepentimiento. En palabras simples funciona así:
- Arrepentirse de lo que HICISTE duele… pero es un dolor agudo que dura poco tiempo.
- Arrepentirse de lo que NO HICISTE duele profundamente, se vuelve crónico y a menudo dura toda la vida.
Los psicólogos Daniel Kahneman (Premio Nobel) y Amos Tversky sentaron las bases al demostrar que, ante un resultado negativo inmediato, nos sentimos peor si actuamos que si no hicimos nada. Sin embargo, la perspectiva cambia radicalmente con el tiempo.
El estudio más revelador proviene de Thomas Gilovich y Victoria Medvec (1994-1995). Ellos demostraron que, al mirar hacia atrás en la vida, aproximadamente el 80 % de las personas lamentan mucho más las cosas que no hicieron (oportunidades perdidas) que los errores que sí cometieron.
Imagina dos grupos en un experimento clásico:
- Al primero le dicen: «Invertiste en una acción y perdió 25 %».
- Al segundo: «Tuviste la oportunidad de invertir en una acción, no lo hiciste, y esta subió 25 % (dejaste de ganar)».
¿Quién se siente peor al instante? El primero. Pero, ¿quién se arrepiente más años después? El segundo grupo, y por mucha diferencia. Lo mismo ocurre con el amor, el trabajo y la salud; decenas de experimentos confirman que la inacción es lo que más pesa en el alma a largo plazo.
¿Por qué el cerebro funciona así de raro?
Aquí entran en juego dos mecanismos psicológicos muy potentes que explican por qué nos torturamos con el «qué hubiera pasado»:
El Efecto Zeigarnik (las tareas pendientes)
Las acciones incompletas se quedan dando vueltas en la cabeza como pestañas abiertas en el navegador que consumen memoria RAM. Cuando haces algo, aunque salga mal, «cierras la pestaña». El cerebro procesa el fallo, aprende y dice «ok, siguiente», pasando página. Pero lo que no hiciste nunca se cierra.
El sesgo de autoprotección cognitiva
Si actuaste y salió mal, tu cerebro es muy hábil para consolarte: «El mundo es así», «Aprendí una lección valiosa», «Al menos tuve el valor de intentarlo». Tienes hechos concretos para racionalizar.
Pero si no actuaste, la culpa es 100 % tuya. No hay factores externos, solo tu miedo. No hay a quién echarle la culpa más que al espejo, y eso golpea mucho más fuerte la autoestima a largo plazo.
Thomas Gilovich, de la Universidad de Cornell, lo resume de forma magistral: «A corto plazo tememos más la acción. A largo plazo tememos más la inacción. Y cuanto más mayores nos hacemos, más claro lo tenemos».
Datos reales que duelen
Los estudios con personas en la etapa final de su vida son contundentes y conmovedores:
- En investigaciones sobre arrepentimiento en la vejez (como las de Lecci et al.), las respuestas más comunes siempre son: «Ojalá hubiera arriesgado más», «Ojalá hubiera viajado», «Ojalá me hubiera declarado». Los lamentos por haber «hecho demasiado» o «haberse equivocado actuando» apenas rozan el 5 %.
- En 2012, la enfermera australiana Bronnie Ware publicó su famoso libro sobre los últimos deseos de pacientes terminales. El arrepentimiento número 1, tanto en hombres como en mujeres, fue: «Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir la vida que yo quería y no la que los demás esperaban de mí».
Qué puedes hacer hoy mismo para evitarlo
Si sientes parálisis, aquí tienes tres herramientas prácticas basadas en la ciencia del comportamiento:
- La regla de los 5 segundos de Mel Robbins: Cuando sientas el impulso de hacer algo constructivo, cuenta 5-4-3-2-1 y hazlo (o da el primer paso físico). Esto rompe el bucle de «parálisis por análisis» en tu corteza prefrontal antes de que tu cerebro invente excusas.
- La regla 10-10-10 de Suzy Welch: Pregúntate: ¿Cómo me voy a sentir con esta decisión dentro de 10 minutos, 10 meses y 10 años? A 10 minutos, el miedo domina. A 10 años, el arrepentimiento por no hacerlo casi siempre gana.
- La carta desde el futuro: Visualiza a tu yo de 80 años. Escribe una breve carta dándote consejo sobre esta decisión actual. Nueve de cada diez veces, tu versión mayor te dirá: «¡Hazlo ya, no te quedes con la duda!».
La verdad que golpea en el pecho
Cuando decides no hacer nada por miedo, no estás «evitando un error». Estás garantizando uno enorme: una vida en la que nunca sabrás qué pudo haber pasado.
Los que actúan a veces se caen de cara al suelo, es cierto. Pero los que no actúan se pasan años mirando ese mismo suelo y pensando: «¿Y si ahí abajo había un tesoro…?».
Así que la próxima vez que tu cabeza te susurre con ansiedad «¿y si sale mal?», respóndete con la verdad científica:
El arrepentimiento crónico no nace de las caídas. Nace de nunca haberse levantado para empezar a correr.
Y ahora la pregunta honesta para ti:
¿Qué «si tan solo hubiera…» todavía te despierta a las 3 de la mañana?
¿Será hora de hacer por fin aquello de lo que luego no te arrepientas… de no haber hecho?
- Gilovich, T., & Medvec, V. H. (1995). The experience of regret: What, when, and why. Psychological Review.
- Roese, N. J., & Summerville, A. (2005). What we regret most... and why. Personality and Social Psychology Bulletin.
- Libro: Daniel H. Pink – El poder del arrepentimiento (The Power of Regret, 2022).