¿Por qué las citas modernas se sienten como un mal negocio para los hombres?

A veces, las verdades más incómodas sobre la dinámica humana no se encuentran en los textos académicos, sino en la aguda observación de un comediante. El humorista Patrice O'Neill, por ejemplo, resumió un complejo deseo masculino en una frase brillante: «Los hombres quieren estar solos, pero no solos». Esta afirmación captura una dualidad fundamental: el anhelo de espacio, libertad y autonomía, coexistiendo con el deseo de compañía femenina, aunque esta se mantenga en la periferia de su mundo central.

Más allá de un juicio de valor sobre si esto es bueno o malo, esta observación nos sirve como punto de partida para una reflexión más profunda sobre por qué las relaciones modernas a menudo se estancan o fracasan.

El Contrato Relacional: Un Desequilibrio Creciente

En cualquier sistema funcional, sea corporativo o personal, existe un equilibrio tácito entre privilegio y responsabilidad. Si se desean más privilegios, se deben aceptar mayores responsabilidades. Si se exigen mayores responsabilidades a alguien, se le deben conceder más privilegios. Pensemos en el mundo profesional: a medida que un empleado asciende, se espera de él que trabaje más, tome decisiones más complejas y asuma una responsabilidad directa por los resultados de la empresa. ¿Por qué alguien aceptaría esta carga? Porque los privilegios —mejor compensación, mayor estatus, más autonomía— aumentan en proporción directa.

Ahora, apliquemos esta lógica al panorama de las citas. Si el deseo masculino fundamental es, como sugiere O'Neill, tener acceso a la compañía femenina sin renunciar a su independencia, ¿en qué fase de una relación se maximizan estos privilegios? La respuesta es clara: en las primeras etapas.

En el cortejo moderno, un hombre puede salir con una o varias mujeres, disfrutar de interacciones marcadas por la novedad, la emoción y la intimidad sexual, y luego retirarse a su propio espacio durante días o semanas. Para muchos, esto representa un escenario ideal. Obtienen lo mejor de ambos mundos: conexión de alta calidad seguida de periodos de total autonomía. En este punto, disfrutan del privilegio de estar «solos, pero no solos».

¿Un Ascenso Que Nadie Desea?

¿Qué ocurre cuando la relación avanza según el guion social convencional? La balanza comienza a inclinarse drásticamente. Desde esta perspectiva, la progresión de la relación se siente menos como una evolución y más como un sacrificio unilateral. Las responsabilidades aumentan exponencialmente: los gastos compartidos crecen, el tiempo personal se reduce, se espera un abandono paulatino de amistades e intereses individuales en favor de la unidad de pareja. La libertad y la autonomía que antes se daban por sentadas se desvanecen. Aquellos corceles salvajes se transforman en bestias de carga, tirando del carro de las expectativas familiares y sociales. Es crucial señalar que los hombres que permiten esta dinámica son copartícipes de su propio destino; no se trata de culpar a las mujeres, sino de analizar un modelo relacional que nuestra cultura presenta como el único válido y que, para muchos hombres, resulta profundamente injusto.

Para ilustrarlo con la analogía profesional: es como si un directivo con una oficina privada, horario flexible, autonomía para elegir proyectos y la libertad de tener inversiones personales fuera «ascendido». Pero este ascenso implica mudarse a un cubículo en un espacio abierto, tener que fichar cada día, pedir permiso para salir, firmar una cláusula de exclusividad que le obliga a renunciar a sus proyectos personales, someter sus decisiones a un comité y, para colmo, ver su salario reducido a la mitad. ¿Suena esto como un ascenso? No lo parece, y muchos hombres están empezando a ver la progresión de las relaciones bajo esta misma luz desalentadora.

El Resultado: Un Estancamiento Racional

La consecuencia inevitable de este desequilibrio es que las citas modernas a menudo no funcionan porque el incentivo para que los hombres avancen hacia un compromiso mayor es débil o inexistente. Se espera que hagan mucho más por mucho menos.

Debido a esta falta de incentivos lógicos, las relaciones no avanzan de una manera racional y sostenible, sino que se mueven por impulsos emocionales que, con el tiempo, demuestran ser insuficientes para sostener la estructura. Las consecuencias de este estancamiento afectan a hombres, mujeres y, eventualmente, a los niños que puedan surgir de estas uniones frágiles.

La realidad es que los hombres se comprometerían con entusiasmo si percibieran que al hacerlo obtienen más de lo que realmente valoran. Para que una relación florezca de manera saludable y sostenible para ambas partes, la ecuación debe ser justa. Los privilegios deben corresponder a las responsabilidades.


Referencias Sugeridas

  • Bauman, Zygmunt. Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Fondo de Cultura Económica, 2005.

    Este libro del sociólogo Zygmunt Bauman es fundamental para entender el contexto de las relaciones modernas. Bauman argumenta que, en nuestra sociedad de consumo, las relaciones se han vuelto "líquidas", es decir, volátiles, temporales y centradas en la satisfacción inmediata en lugar del compromiso a largo plazo. Esto respalda directamente la idea del artículo de que las primeras etapas de "bajo compromiso y alto privilegio" son más atractivas en la cultura actual.

  • Buss, David M. La evolución del deseo: Estrategias de emparejamiento humano. Alianza Editorial, 2018 (revisado).

    El psicólogo evolucionista David Buss detalla las diferentes estrategias de apareamiento que hombres y mujeres han desarrollado a lo largo de la evolución. Su trabajo proporciona una base científica para la idea de que los hombres, en general, pueden valorar más la novedad y el acceso a múltiples parejas (privilegios), mientras que las mujeres tienden a valorar más las señales de compromiso y la inversión de recursos (responsabilidades). El libro explora el conflicto inherente que surge de estas estrategias divergentes.

  • Perel, Esther. Inteligencia erótica: Claves para mantener la pasión en la pareja. Diana, 2007.

    Aunque se centra en las relaciones a largo plazo, la psicoterapeuta Esther Perel aborda magistralmente la tensión central discutida en el artículo: la lucha entre la necesidad de seguridad y compromiso (responsabilidad) y la necesidad de libertad y deseo (privilegio). Perel argumenta que la pasión requiere una cierta distancia y autonomía, validando la idea de que la fusión total y la pérdida de individualidad pueden ser perjudiciales para la vitalidad de una relación, un punto clave del argumento del artículo.

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