¿Qué tienen en común la Mona Lisa y tu última relación? El mito del punto final

Nos aferramos a la idea de "terminar" las cosas. Buscamos el cierre en nuestras tareas, en nuestros proyectos y, sobre todo, en nuestras relaciones. Anhelamos esa sensación de conclusión, de haber cerrado un capítulo por completo. Pero, ¿y si esa sensación de finalidad fuera en gran medida un mito? ¿Y si nada termina realmente, sino que simplemente se transforma en algo nuevo?

Esta no es una idea abstracta; es un principio fundamental que observamos en la propia naturaleza.

La Naturaleza como Proceso sin Fin

Pensemos en la evolución. Es un error común ver la evolución como una escalera que asciende hacia una forma de vida "perfecta" o final. En realidad, la evolución no tiene un objetivo estático. Su propósito no es alcanzar una meta, sino mantener un equilibrio dinámico y constante: el mejor ajuste posible entre los organismos y su entorno.

Pero el entorno nunca es estático. Cambia constantemente. Y a medida que cambia, la definición de "mejor ajuste" también lo hace, impulsando a los organismos a adaptarse de nuevo. Este ciclo de cambio y adaptación es infinito. La evolución, como la mayoría de los procesos vitales, es un baile perpetuo, no una carrera con una línea de meta.

La Brecha entre el Creador y el Observador

Entonces, si el cambio perpetuo es la norma, ¿por qué insistimos en la existencia de la finalización? La respuesta reside en un poderoso sesgo de perspectiva. Para entenderlo, examinemos la diferencia fundamental entre quien crea y quien observa.

Tomemos como ejemplo una obra de arte universalmente reconocida: la Mona Lisa. Para nosotros, los observadores, la Mona Lisa es una entidad completa, una obra maestra sellada en el tiempo. Podemos analizarla, contar sus pinceladas y darla por "terminada". Desde nuestra perspectiva externa, el trabajo está hecho.

Sin embargo, para Leonardo da Vinci, la historia era muy distinta. No existió una señal divina o una regla objetiva que le susurrara al oído: "Ya está. Ni una pincelada más". Los creadores, ya sean artistas, inventores o ingenieros, son íntimamente conscientes de que siempre se puede añadir algo más, o quitar algo. Si Da Vinci hubiera añadido diez trazos más o hubiera borrado una sombra, esa sería la versión que hoy consideraríamos "completa".

La idea de "finalización" no reside en el objeto mismo, sino en nuestra mente. Es un artefacto de nuestra perspectiva como observadores. El creador no "termina" su obra; simplemente, en un momento dado, decide dejar de trabajar en ella.

El Eco en las Relaciones: Cuando 'Terminar' es una Decisión

Este mismo sesgo de perspectiva, la creencia en un final objetivo, se manifiesta de forma especialmente significativa en nuestras relaciones humanas. Nos atormentamos pensando que las cosas no "terminaron bien", que algo más se podría haber dicho o hecho.

La verdad es que esa sensación es inevitable. Siempre habrá otra palabra que se podría haber pronunciado o un gesto que se podría haber ofrecido, del mismo modo que siempre hay otra pincelada que se podría haber añadido al cuadro.

Las relaciones, en su esencia, nunca concluyen de forma objetiva. Simplemente, las personas involucradas deciden, consciente o inconscientemente, dejar de invertir en ellas, de nutrirlas. No existe una señal externa que indique el momento exacto en que una conexión debe cesar. Es una decisión profundamente subjetiva, un punto en el que los "creadores" de esa relación deciden, por la razón que sea, seguir adelante.

Reconocer esto no es un llamado al pesimismo, sino una invitación a la libertad. La libertad de entender que el "final" no es un fracaso o un estado incompleto, sino una decisión consciente. Solo quienes forman parte de la relación tienen la potestad de decidir cuándo han llegado al punto en el que, para ellos, la obra ha concluido.

Referencias

  • Eco, Umberto. Obra abierta. Editorial Ariel.
    Este libro fundamental de la semiótica y la teoría literaria explora cómo las obras de arte (y por extensión, muchas formas de comunicación) no son objetos cerrados con un único significado, sino "campos de significado" que el observador o lector ayuda a crear. Esto respalda directamente la idea de que la "finalización" es una construcción de la perspectiva del observador, no una cualidad inherente del objeto.
  • Wegner, Daniel M. The Illusion of Conscious Will. The MIT Press.
    En esta obra, el psicólogo Daniel Wegner argumenta que nuestra experiencia de la voluntad consciente —la sensación de que "decidimos" hacer algo— es a menudo una construcción mental, no la causa directa de nuestras acciones. Esto se relaciona con el concepto de que la decisión de un creador de "terminar" una obra o una relación es un acto subjetivo de la mente, más que una respuesta a una señal objetiva de que la tarea está completa.
  • Boss, Pauline. Loss, Trauma, and Resilience: Therapeutic Work with Ambiguous Loss. W. W. Norton & Company.
    Aunque se centra en pérdidas más ambiguas, el trabajo de Pauline Boss sobre la "pérdida ambigua" es muy relevante. Ella argumenta que la cultura occidental presiona a las personas para que busquen un "cierre" que a menudo es imposible o poco saludable. Su investigación apoya la idea de que vivir con preguntas sin respuesta y aceptar la falta de una finalidad clara es una habilidad psicológica crucial, especialmente aplicable al final de las relaciones.
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