¿Es egoísta preguntar «qué gano yo» en tu relación?
En el complejo universo de las relaciones románticas, hay preguntas que tememos hacer. Quizás ninguna sea tan incómoda o provoque tanta resistencia como: «¿Qué hay en ello para mí?». Plantearla en voz alta se siente casi como una traición al ideal del amor. Puede sonar egoísta, calculador e incluso mercenario. La idea de que el afecto pueda ser analizado desde esta perspectiva nos perturba, pues parece degradar la conexión más profunda a un simple intercambio transaccional, a una especie de trueque emocional: yo te doy esto a cambio de que tú me des aquello.
Mi respuesta ante esta incomodidad es una contrapregunta: ¿qué hay de malo en ello?
La Relación como un Intercambio de Valor
Lejos de ser una visión cínica, entender las relaciones como un intercambio es, en realidad, una de las formas más honestas de aproximarse a ellas. Piénsalo detenidamente. Los seres humanos somos seres necesitados; necesitamos consuelo, apoyo, compañía, seguridad y afecto. Las relaciones son, fundamentalmente, el medio a través del cual las personas nos damos y recibimos estas cosas de valor.
Una relación en la que una de las partes no se pregunta qué está recibiendo es, por definición, una relación desequilibrada. Es un terreno fértil para la explotación. Y si a una persona ni siquiera se le permite formularse esa pregunta, estamos hablando de una dinámica que se asemeja peligrosamente a la servidumbre. No creo que nadie defienda conscientemente la explotación o la sumisión como pilares de una unión amorosa.
La Base de la Libertad y la Equidad
Cuando ambas partes se sienten con el derecho y la confianza de preguntar «¿qué hay en ello para mí?», ocurre algo transformador. Esa pregunta mutua se convierte en el cimiento de una negociación libre y equitativa. A menos que ambas personas puedan plantearla, no puede haber verdadera libertad ni igualdad en la relación. Si la pregunta está vetada, significa que en la misma base de esa conexión existe un elemento de abuso o desequilibrio.
Preguntar qué ganas no es un insulto. No es un acto mercenario. Es la condición indispensable para construir una relación entre pares, una donde ambos miembros se reconocen como individuos con necesidades y deseos legítimos que merecen ser satisfechos.
¿Quién Teme a la Transparencia?
A pesar de lo racional que suena todo esto, existe una intensa programación cultural que nos empuja a rechazar esta pregunta en el ámbito romántico. Y aquí es donde la situación se vuelve un poco sospechosa. Si la ausencia de esta pregunta conduce a la explotación, ¿quién se sentiría más amenazado por ella: el explotado o el explotador?
La respuesta es obvia. Sería el explotador quien se sentiría más incómodo y molesto, ya que la pregunta amenaza directamente el sistema que le beneficia de manera injusta. Por el contrario, alguien que está genuinamente dispuesto a aportar valor a la vida de su pareja no solo no temería la pregunta, sino que la recibiría con los brazos abiertos. La respuesta a esa pregunta es precisamente lo que define los términos sobre los cuales se puede construir una relación sana, libre y equitativa.
Te invito a que lo examines por ti mismo. Dondequiera que encuentres la mayor resistencia a esta idea de reciprocidad, es muy probable que también encuentres las relaciones más desiguales. ¿Qué opinas tú?
Referencias
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Walster, E., Walster, G. W., & Berscheid, E. (1978). Equity: Theory and research. Allyn & Bacon.
Este trabajo fundamental introduce la Teoría de la Equidad en las relaciones personales. Sostiene que la satisfacción en una relación depende de si los participantes perciben un equilibrio justo entre lo que dan y lo que reciben, un concepto directamente alineado con la pregunta «¿qué hay en ello para mí?» como base de la negociación relacional. El capítulo 1, «An Introduction to Equity Theory» (pp. 1-22), expone los principios básicos que sustentan la lógica del artículo.
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Thibaut, J. W., & Kelley, H. H. (1959). The Social Psychology of Groups. John Wiley & Sons.
Los autores presentan la Teoría del Intercambio Social, que modela las interacciones humanas, incluidas las románticas, como un análisis de costes y beneficios. Las personas evalúan la satisfacción de sus relaciones (el «qué hay para mí») comparando los resultados con un nivel de comparación personal y con las alternativas disponibles. Este marco conceptualiza la relación como una entidad inherentemente transaccional, donde el valor mutuo es esencial para su continuidad. Los conceptos de «Nivel de Comparación» ($CL$) y «Nivel de Comparación de Alternativas» ($CL_{alt}$) son especialmente relevantes y se explican en el capítulo 1.