¿Por qué la aceptación no es rendición? El primer paso para liberarte del dolor.
Hay heridas que se niegan a cicatrizar, no porque sean incurables, sino porque insistimos en abrirlas cada día. La lucha contra el pasado es una de esas batallas autodestructivas que libramos en silencio, una guerra agotadora contra un enemigo que ya no existe, pero cuyo fantasma sigue dictando nuestro presente.
Imaginemos a Marcos, un hombre en la treintena, nacido en el seno de un matrimonio disfuncional. Sus padres, incapaces de enfrentar sus propias sombras, proyectaron en él todo lo que estaba mal en la familia. Si su padre prefería pasar el día en el garaje en lugar de estar con él, no era por su falta de deseo paternal, sino porque Marcos era, supuestamente, un niño «demasiado demandante». Si el padre explotaba en ira, su madre le enseñaba a Marcos que debía cambiar para no provocarlo, en lugar de reconocer la codependencia que la ataba a un comportamiento destructivo.
Marcos se convirtió en el problema oficial de la familia. Su autoestima se desmoronó, asumiendo una identidad de «maldad» inherente. Se refugió en el único lugar donde sentía que encajaba: un mundo de tatuajes agresivos, música estridente, peleas y adicciones.
La tragedia alcanzó su punto culminante durante una reunión familiar. Una discusión predecible entre Marcos y su padre escaló hasta que este último, enfurecido, subió a su autocaravana para marcharse. En la ceguera del conflicto, nadie notó a Sofía, la sobrina de Marcos de apenas dos años, jugando detrás del vehículo. Cuando el abuelo arrancó, la atropelló. A pesar de los esfuerzos, la pequeña fue declarada muerta en el lugar.
Este evento destrozó a la familia y encerró a Marcos en una prisión mental. Se rebeló contra todo lo que había sucedido, obsesionándose con lo que «debería haber sido».
La Batalla Perdida Contra el «Debería Haber Sido»
La resistencia de Marcos se convirtió en una obsesión. Repasaba una y otra vez cómo podría haber actuado de otra manera en su infancia, en su adolescencia y, sobre todo, en aquel día fatídico. Se llenó de una necesidad desesperada de cambiar un pasado inmutable, fantaseando con una vida que nunca tuvo. Esta lucha interna no solo lo consumía mental y emocionalmente, sino que lo hundía aún más en su adicción, buscando una vía de escape al dolor y la impotencia.
Cuando nos ocurre algo indeseable, la reacción automática es resistirse. En lugar de aceptar lo que fue, entramos en una guerra contra lo inalterable. Esta lucha es una pérdida total de energía. Es fútil. Ningún esfuerzo que dediquemos a alterar lo que ya ocurrió dará resultado alguno. Solo nos mantiene anclados en el ayer, impidiéndonos girar y enfocar esa misma energía en la única pregunta que importa: «Con lo que tengo y desde donde estoy, ¿qué puedo hacer ahora?».
Cuando luchamos contra el pasado, a menudo esperamos que otros cambien lo que hicieron, situándolos también en un estado de impotencia. Nadie puede rebobinar el tiempo. La verdadera resolución no está en lo que ellos deberían haber hecho, sino en lo que necesitamos que hagan aquí, ahora y en el futuro.
Aceptación no es Rendición, es Reconocimiento
Aceptar no significa aprobar lo que pasó. No es darle una palmada en la espalda a la injusticia o al dolor. La aceptación es, simplemente, el acto radical de reconocer la realidad. Es dejar de luchar contra la verdad de que algo sucedió y no puede ser deshecho.
Dejar de luchar es increíblemente difícil porque nos obliga a admitir verdades que no queremos que sean ciertas. Significa mirar de frente al dolor de una pérdida irreparable, aceptar que el futuro que anhelábamos nunca existirá o que ciertas cosas jamás volverán a ser como antes.
Sin embargo, en esta aceptación reside un poder inesperado. Al dejar de malgastar nuestras fuerzas en lo incontrolable, toda nuestra energía queda disponible para una sola cosa: el ahora.
El Verdadero Poder: El «¿Y Ahora Qué?»
Existe un inmenso valor en tomar conciencia de lo que nos hubiera gustado decir o hacer de otra manera, o de lo que necesitábamos que otros hicieran. No para torturarnos, sino porque nos da un mapa claro de lo que queremos construir a partir de este momento. Nos muestra la imagen de lo que deseamos, en agudo contraste con lo que no queríamos.
El «¿y ahora qué?» es nuestro único acceso al poder genuino. Poner nuestra atención y energía en esta pregunta es lo que verdaderamente conduce a un cambio positivo.
Para Marcos, este camino comenzaría aceptando realidades dolorosas: que su padre no deseaba ser padre; que su madre priorizaba su propia seguridad emocional por encima del bienestar de su hijo; que fue el chivo expiatorio de la familia y construyó una identidad falsa alrededor de esa herida. Tendría que aceptar la verdad más desgarradora de todas: que su sobrina está muerta, que no volverá, y que su conflicto con su padre fue un factor que contribuyó a ello. Aceptar que su infancia terminó y no puede ser revivida.
Una vez que acepta que lo que pasó, pasó, su único acceso al poder es cambiar las cosas de ahora en adelante.
Podría, por ejemplo:
- Comunicar a su padre lo que necesita de él en el futuro.
- Cuestionar activamente la narrativa del «chico malo» y explorar quién es realmente sin esa etiqueta.
- Buscar relaciones con personas que inspiren un crecimiento personal saludable.
- Usar el recuerdo de su sobrina no como una fuente de culpa, sino como un recordatorio para practicar la empatía y la resolución de conflictos de manera consciente.
- Utilizar procesos terapéuticos para encontrar una resolución interna a lo ocurrido y aprender a satisfacer las necesidades que no fueron cubiertas en su infancia.
Una Invitación a la Reflexión
Te invito a observar en qué momentos te encuentras luchando contra lo que fue, dirigiendo toda tu energía a intentar que algo que ya sucedió sea diferente. ¿Qué verdad necesitas aceptar, por dolorosa que sea?
Una vez que lo hagas, pregúntate: ¿Y ahora qué? ¿Hacia dónde debes dirigir tu energía para que tu vida se parezca más a lo que deseas?
Usa tu conciencia de lo que no querías para reorientarte. Permite que el conocimiento de lo que «debería haber sido diferente» te impulse a actuar de manera distinta hoy. Deja que tu enfoque mental, emocional y físico se dedique por completo a crear el futuro que sí quieres, en lugar de permanecer atrapada en la impotencia del pasado.
Referencias y Lecturas Recomendadas
- Hayes, Steven C., y Smith, Spencer. (2018). Sal de tu mente, entra en tu vida: La nueva terapia de aceptación y compromiso. Desclée De Brouwer.
Esta obra es fundamental para comprender la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Explica cómo dejar de luchar contra los pensamientos y emociones dolorosas (como la culpa o el arrepentimiento de Marcos) y, en su lugar, aceptarlos como parte de la experiencia humana. El libro ofrece técnicas prácticas para clarificar los valores personales y comprometerse con acciones que enriquezcan la vida en el presente, alineándose directamente con el concepto de enfocarse en el «¿y ahora qué?». - Van der Kolk, Bessel A. (2015). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Eleftheria.
Este libro ofrece una profunda visión de cómo el trauma, incluyendo el abuso emocional y la negligencia familiar como la que sufrió Marcos, afecta no solo a la mente, sino que queda almacenado en el cuerpo. Van der Kolk explora cómo las experiencias traumáticas pueden definir la identidad de una persona y conducir a comportamientos autodestructivos. Su trabajo valida la idea de que la curación requiere más que solo hablar del pasado; implica un proceso de reconexión y regulación a nivel físico y emocional. - Tolle, Eckhart. (2007). El poder del ahora: Un camino hacia la realización espiritual. Gaia Ediciones.
La tesis central de Tolle argumenta que el sufrimiento psicológico es causado por la identificación con la mente y el pasado, creando lo que él llama el «cuerpo del dolor». El libro es una guía para desidentificarse de esos patrones de pensamiento y encontrar la paz y el poder en el momento presente. Es una referencia clave para entender el concepto de abandonar la resistencia al pasado y encontrar la libertad en el «ahora», que es el mensaje central del artículo.