¿Y si la búsqueda de la felicidad fuera la verdadera causa de tu infelicidad?
Es muy probable que este no sea el primer texto sobre bienestar que lees. Quizás has recorrido un largo camino explorando la autoayuda, la espiritualidad o el crecimiento personal. Ya sea que te encuentres en el lado del creador de contenido o del consumidor, el objetivo subyacente suele ser el mismo: alcanzar un estado donde la vida, simplemente, se sienta bien.
Pero es aquí donde debemos detenernos y confrontar una idea profundamente arraigada, una que se ha convertido en la gran mentira vendida por muchas facetas de esta industria: la promesa de que puede existir un final para el contraste. La creencia de que es posible llegar a un lugar donde lo negativo no existe y lo indeseable nunca ocurre.
La Ilusión de un Final sin Sombras
Esta noción, aunque moderna en su presentación, es una herencia directa de antiguas promesas religiosas. La industria de la autoayuda espiritual a menudo no hace más que vender una versión secular del cielo. Antes, la recompensa de un estado de positividad perpetua se obtenía después de la muerte; ahora, se nos promete ese mismo paraíso en vida, siempre y cuando hagamos los ejercicios correctos, meditemos lo suficiente o pensemos de la manera adecuada.
La expectativa, ya sea consciente o subconsciente, es que prácticas como el trabajo con la sombra, la meditación o la manifestación intencional son un medio para un fin: un estado de finalidad positiva. Esta creencia es la fuente de un inmenso sufrimiento. Las personas se sienten frustradas en su camino porque se les ha vendido una meta inalcanzable, o porque ellas mismas han construido esa expectativa. Fracasan y sienten que algo está mal en ellas, cuando en realidad están luchando contra la naturaleza misma de nuestra realidad.
El Contraste como Motor de la Expansión
El contraste es un elemento integral de la experiencia humana. Nos referimos a la existencia de polaridades: positivo y negativo, deseado y no deseado, dolor y placer. Lejos de ser un defecto del sistema, el contraste es la raíz de toda expansión, tanto personal como universal.
El ser humano está diseñado para navegar esta realidad, identificando lo que desea y lo que no. Este proceso da a luz al deseo, y al alinearnos con él a través de nuestros pensamientos y acciones, generamos crecimiento. Sin embargo, cada estado mejorado viene acompañado de un nuevo conjunto de contrastes. Por ejemplo, alguien que anhela y logra una vida autosuficiente en la naturaleza puede ganar libertad y salud, pero también puede enfrentar el aislamiento, el trabajo extenuante y la reducción de ingresos. El proceso de expansión es un ciclo perpetuo, no un destino final.
Aceptar esta realidad no implica renunciar a la felicidad o a la mejora. Al contrario, es nuestro deseo de que la vida sea buena lo que impulsa este camino. Pero el proceso gratificante de avanzar hacia un estado más amplio es muy diferente a esperar un lugar sin desafíos. Perseguir un estado de felicidad final es, en esencia, perseguir un estado de finitud, de estancamiento. No hay movimiento en un ser que ya lo tiene todo y no se enfrenta a nada que lo desafíe.
Los Peligros de Perseguir una Utopía
Abordar la vida y el crecimiento personal con el objetivo de eliminar el contraste es contraproducente y perjudicial por varias razones fundamentales.
Primero, es una receta para el fracaso. La estructura de nuestra realidad se opone a un estado de finalidad. Al perseguirlo, no solo te desconectas de la realidad, sino que te condenas a sentir que eres defectuoso o que no te esfuerzas lo suficiente, generando un dolor profundo. Si la vida es un océano, el contraste son sus olas. La maestría no consiste en detener las olas, sino en aprender a surfearlas. Creer que, si surfeas lo suficientemente bien, las olas desaparecerán, es una fantasía dolorosa. Un verdadero guía no te enseña a eliminar el contraste, sino a desarrollar una nueva relación con él.
Segundo, te condena a vivir en un perpetuo «para que». Haces todo, incluso cosas que detestas, para alcanzar esa recompensa futura que nunca llega. El proceso de la vida se vuelve una carga y la meta, inalcanzable. Es una fórmula para el agotamiento y la desesperación. Es tan contradictorio como decir: «Para mí es muy importante descansar, así que salgo a correr todos los días».
Tercero, te impide vivir en el presente. Tu mente siempre estará en ese futuro perfecto que intentas construir, atrapada en una rueda de hámster. Incluso los momentos de aprecio por el ahora se convierten en una herramienta más, un medio para ese fin, vaciándolos de su valor intrínseco.
Del Narcisismo a la Aceptación Plena
Esta mentalidad te impide comprometerte plenamente con la aventura de la vida. Con un pie dentro y otro fuera, resistiéndote tanto al dolor como al deseo, no puedes poner toda tu energía en el aquí y el ahora. Además, fomenta una actitud de juicio: si tú o alguien más experimenta algo negativo, es porque ha hecho algo mal. Esto es simplemente una versión moderna de la creencia de que las desgracias son un castigo por una falta moral. Se empieza a usar el grado de felicidad como una medida del valor o la iluminación de una persona, generando sentimientos de superioridad o inferioridad.
Finalmente, esta búsqueda desesperada por escapar del dolor personal te encierra en una burbuja narcisista. Cuando uno sufre, es natural centrarse en sí mismo. Sin embargo, dentro de este marco, incluso los actos altruistas se convierten en una estrategia egoísta para asegurar tu propio paraíso libre de dolor. La unidad se busca no por conexión, sino como un boleto para dejar de sentirse separado y solo.
La alegría en la vida no depende de la ausencia de lo negativo. Puedes amar tu vida y aun así experimentar contrastes. Puedes hacer todo "bien" y seguir enfrentándote a la dualidad inherente a la existencia. La iluminación no elimina los problemas del mundo; transforma tu relación con ellos.
Con esto en mente, pregúntate: si aceptara que el contraste nunca terminará, que cada logro y cada deseo traerá consigo tanto lo positivo como lo negativo, ¿qué haría diferente en mi vida, hoy?
Bibliografía Sugerida
- Frankl, V. E. (2015). El hombre en busca de sentido. Editorial Herder.
Este libro fundamental de la logoterapia argumenta que la principal fuerza motivadora del ser humano no es la búsqueda del placer o la felicidad, sino la búsqueda de un sentido. Frankl, a través de su experiencia en campos de concentración, demuestra que se puede encontrar sentido incluso en el sufrimiento más extremo, lo que desafía directamente la idea de que una buena vida requiere la ausencia de experiencias negativas. Su obra sostiene que el sufrimiento, como parte del contraste de la vida, no es un obstáculo para una vida plena, sino una oportunidad para el crecimiento y la realización del sentido. - Harris, R. (2012). La trampa de la felicidad: Deja de sufrir, empieza a vivir. Editorial Planeta.
Basado en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), este libro expone cómo la lucha por alcanzar una felicidad constante es, paradójicamente, una fuente de estrés y sufrimiento. Harris propone que en lugar de intentar eliminar los pensamientos y sentimientos negativos (una batalla perdida de antemano), debemos aprender a aceptarlos y a convivir con ellos mientras nos enfocamos en vivir una vida rica y significativa, guiada por nuestros valores. Esto resuena directamente con la idea del artículo de "aprender a surfear las olas" en lugar de intentar detenerlas. - Ehrenreich, B. (2010). Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo. Turner.
Ehrenreich ofrece una crítica cultural y sociológica mordaz a la ideología del pensamiento positivo imperante en la sociedad. Argumenta que la presión incesante por ser positivo no solo es irreal, sino que también fomenta la culpa y el autodesprecio cuando las personas inevitablemente se enfrentan a dificultades. El libro apoya la tesis del artículo de que culpar a las personas por sus desgracias (por no "pensar correctamente") es una consecuencia dañina de la búsqueda de una positividad ininterrumpida.