¿Cómo escapar de los 9 círculos del infierno que tú mismo has creado?
Alguna vez te has preguntado qué hay más allá de la vida, o has reflexionado sobre la existencia de otros planos de conciencia. Es probable que hayas encontrado un abanico de respuestas en las diversas tradiciones espirituales y filosóficas. Pero, por un momento, juguemos con una idea antigua: ¿Y si el infierno de la tradición occidental existiera de verdad? No como un lugar de fuego, sino como un estado del ser. ¿Qué acciones, qué hábitos de nuestra vida cotidiana nos llevarían allí? ¿Acaso vale la pena reflexionar sobre la pereza que nos ancla al sofá para evitar un castigo mayor?
Imagina que tu día comienza como cualquier otro. Te despiertas y, casi por instinto, buscas el móvil para sumergirte en el torrente de las redes sociales. Un comentario grosero en una de tus publicaciones te roba la energía, y la fuerza para prepararte el desayuno se desvanece. En su lugar, pides comida a domicilio y la consumes en la cama. No te moverías de ahí si no fuera por la obligación del trabajo. De repente, una notificación te avisa de que ha llegado un paquete que esperabas. Te vistes a toda prisa, sales de casa y, antes de dar un solo paso, algo cae desde arriba. Un ladrillo.
En un instante, sientes que flotas, que caes hacia un abismo infinito. ¿Por qué este destino? ¿Qué has hecho para merecerlo? Ya no importa. Un guía sombrío aparece y te ofrece un trato: si superas las pruebas de los círculos del inframundo, podrás regresar. No hay otra opción; aceptas el juego.
Primer Círculo: El Limbo de los Virtuosos sin Fe
Contrario a la creencia popular, este primer nivel no es un lugar de tormento. Aquí residen las almas de aquellos a quienes, por razones ajenas a su voluntad, se les negó la entrada a un plano superior. Es el hogar de los grandes filósofos de la antigüedad: Platón, Aristóteles, Cicerón, Confucio. Vivieron antes de que se establecieran ciertos dogmas religiosos, por lo que no tuvieron la oportunidad de abrazarlos. Su castigo es sutil: una pena silenciosa por lo que nunca pudieron alcanzar. Aquí también se encuentran grandes pensadores como el filósofo Averroes, cuya obra influyó en el pensamiento occidental, pero que nunca se adhirió a la fe dominante. Este círculo nos hace pensar en el valor del conocimiento y la virtud por sí mismos, incluso cuando no encajan en los moldes establecidos.
Segundo Círculo: La Tormenta de la Lujuria
Avanzas y un viento incesante te arrastra. Este es el dominio de los lujuriosos, de aquellos que sometieron la razón al deseo. Aquí te encuentras con arquetipos como Don Juan, castigado a ser arrastrado eternamente por las pasiones que en vida no pudo controlar. Este círculo no solo castiga el exceso carnal, sino la incapacidad de cultivar un amor más profundo y trascendente, un amor que va más allá del impulso físico, como las formas de amor filial (filia) o el amor incondicional (ágape).
Tercer Círculo: La Lluvia Helada de la Gula
Bajo una lluvia fría y constante yacen los glotones. Reconoces en ellos a personajes como el Barón Vladimir Harkonnen de Dune, para quien el exceso y el consumo eran el centro de su existencia. Este círculo es un espejo incómodo de nuestra cultura de la inmediatez y el consumo desmedido. Nos obliga a cuestionar esa costumbre de pedir comida por impulso, de comer sin conciencia, transformando una necesidad vital en una fuente de vacío.
Cuarto Círculo: El Peso de la Avaricia y el Derroche
Aquí, dos grupos chocan eternamente: los avaros y los derrochadores. Unos y otros empujan grandes pesos, simbolizando la carga inútil de su relación con los bienes materiales. Ves al "Lobo de Wall Street", Jordan Belfort, y al tacaño Scrooge McDuck, enfrentados en un conflicto sin fin. Este círculo nos recuerda la importancia del equilibrio. Ni la acumulación patológica, como la del personaje de la novela Almas muertas, ni el despilfarro compulsivo conducen a la plenitud. Es una llamada a reflexionar sobre nuestra relación con el dinero y las posesiones.
Quinto Círculo: El Pantano de la Ira y la Pereza
Te adentras en un pantano fétido donde los iracundos se golpean sin cesar. Son aquellos que permitieron que la ira los consumiera, los que estallan en la oficina o descargan su frustración en comentarios anónimos. Pero bajo el lodo también se encuentran los perezosos, los apáticos, como el personaje literario Oblómov, cuya inacción y desidia lo hundieron en vida. Este círculo acoge a quienes se entregan a la pereza y la procrastinación, recordándonos que la pasividad también es una forma de autodestrucción.
Sexto Círculo: Las Tumbas Ardientes de la Herejía
Este nivel está reservado para los herejes, aquellos que negaron las verdades fundamentales de su fe. Curiosamente, aquí encuentras a Epicuro, un filósofo que vivió mucho antes del cristianismo. Su presencia se debe a una mala interpretación de su filosofía, que fue reducida a la mera búsqueda del placer hedonista. En realidad, el epicureísmo aboga por alcanzar la felicidad a través de placeres sencillos y la ausencia de dolor, una vida sin apegos materiales ni ansiedades innecesarias.
Séptimo Círculo: La Violencia contra el Prójimo, uno Mismo y la Naturaleza
El séptimo círculo castiga la violencia en sus múltiples formas. Aquí conviven tiranos como Alejandro Magno y personajes de ficción como Sauron. También se castiga la violencia autoinfligida, como la de aquellos que, como el escritor Fiódor Dostoievski en su etapa de jugador compulsivo, malgastaron su vida y su talento. Este círculo nos enfrenta con las consecuencias de la crueldad y la autodestrucción, reflejadas en conceptos como la "tríada oscura" de la psicología, que identifica rasgos de personalidad ligados a conductas malévolas.
Octavo Círculo: El Fraude y la Corrupción
Un lugar complejo que castiga a una gran variedad de embaucadores: seductores, aduladores, hechiceros y corruptos. Ves a líderes que usaron su poder para fines deshonestos, como el Papa Inocencio VI, que fomentó la venta de cargos eclesiásticos. También están aquí los adivinos y profetas, desde Nostradamus hasta personajes modernos. Este círculo nos advierte sobre el engaño en todas sus formas, desde la manipulación interpersonal hasta la corrupción a gran escala.
Noveno Círculo: El Hielo de la Traición
Finalmente, llegas al centro del inframundo, un lago congelado donde residen los traidores. Judas, Bruto, Casio... todos ellos congelados en hielo eterno. Este es el castigo supremo, reservado no para faltas leves, sino para la traición a los mayores vínculos de confianza.
De repente, el frío te despierta. Estás en tu cama. Los pájaros cantan y el sol brilla. Todo ha sido una pesadilla.
Más Allá de la Metáfora: El Infierno como Estado del Alma
Todos hemos pensado alguna vez que la estructura del infierno es así, con sus nueve círculos, en gran parte gracias a la monumental obra de Dante Alighieri, la Divina Comedia. Sin embargo, esta visión es una genialidad literaria, una alegoría construida sobre la filosofía de Aristóteles, no una descripción teológica oficial.
En la teología cristiana, y por extensión en la psicología profunda, el infierno no es tanto un lugar como un estado espiritual: la ausencia de conexión con lo divino, con el propósito, con el amor. Es la consecuencia final de alejar a Dios o, en términos seculares, de alejar todo aquello que da sentido a la vida. No es un castigo impuesto desde fuera, sino la elección de una existencia vacía. El verdadero infierno es la soledad, el frío interior y la devastadora sensación de que la vida ha sido vivida en vano, de que todo el tiempo se ha malgastado en lo innecesario. Ese es el mayor de los sufrimientos.
Entonces, ¿existe realmente el infierno? Quizás la pregunta más útil no es qué lugar nos espera después de la muerte, sino en qué estado mental y espiritual elegimos vivir cada día.
Referencias
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Alighieri, Dante. La Divina Comedia. (Cualquier edición estándar, por ejemplo, la de Cátedra, Letras Universales).
Este poema épico del siglo XIV es la fuente principal de la imaginería popular del infierno cristiano estructurado en nueve círculos. El artículo se basa directamente en la descripción de los castigos y pecadores que Dante sitúa en cada nivel del Infierno, utilizándolo como una metáfora para explorar las faltas humanas desde una perspectiva moderna.
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Lewis, C. S. El gran divorcio. Rialp, 2018.
En esta obra alegórica, C. S. Lewis explora la naturaleza del Cielo y el Infierno no como lugares físicos, sino como estados del ser y elecciones del alma. El Infierno es retratado como un lugar gris y solitario del que las almas son libres de marcharse, pero la mayoría elige no hacerlo debido a su orgullo, egocentrismo y apego a sus pecados. Esta visión refuerza la conclusión del artículo de que el "infierno" es un estado de autoexclusión y vacío espiritual.
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Fromm, Erich. Ética y psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica, 1957.
Fromm analiza la moralidad desde una perspectiva humanista y psicoanalítica, distinguiendo entre una "ética autoritaria" (basada en el miedo al castigo) y una "ética humanista" (basada en el desarrollo del carácter y el bienestar). Su análisis sobre el "carácter no productivo" (receptivo, explotador, acumulador) se alinea con los "pecados" descritos en el artículo, como la gula, la avaricia y la pereza, interpretándolos no como transgresiones religiosas, sino como orientaciones que impiden a la persona alcanzar su pleno potencial y felicidad. (Especialmente relevante el Capítulo IV: "El problema de la ética humanista").