¿Por qué las personas más inteligentes suelen romperse antes?

Artículo | Trastorno mental

¿Alguna vez te has dado cuenta de que las personas más brillantes que conoces también son, al mismo tiempo, las más ansiosas? Pueden resolver en una hora un problema que otros no descifrarían en una semana, pero por las noches no duermen pensando «¿y si lo he estropeado todo?».

Resulta que no es casualidad ni simplemente «así es su carácter». Existen datos científicos que demuestran que sí hay una relación real entre un CI alto y una mayor fragilidad psicológica. Y esa relación es mucho más profunda de lo que parece a simple vista.

El psiquiatra francés que lo advirtió primero

En 1994, el psiquiatra infantil francés François Poinso trabajaba clínicamente con niños superdotados y observó un patrón extraño: cuanto más alto era el coeficiente intelectual, más intensos parecían ser los trastornos de ansiedad, los episodios depresivos e incluso la rumiación existencial. Lo resumió de forma breve y contundente:

«Cuanto más alto es el CI, mayor es la fragilidad psicológica».

La frase sonó provocadora en su momento, pero en los últimos 30 años, diversos estudios han ido confirmando esta paradoja una y otra vez.

El estudio que cambió la perspectiva

En 2012, un equipo de investigadores estadounidenses liderado por Jeremy Coplan, de la Universidad Estatal de Nueva York, decidió comprobar esta idea utilizando resonancia magnética con espectroscopia, un método avanzado que muestra exactamente cómo y dónde gasta energía el cerebro. Para ello, tomaron dos grupos:

  • Personas diagnosticadas con Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).
  • Voluntarios sanos sin historial psiquiátrico.

Midieron en ambos grupos tanto el coeficiente intelectual (CI) como los niveles de preocupación. El resultado fue absolutamente paradójico y fascinante:

  1. En las personas sanas, la relación era la esperada: a menor ansiedad, mayor CI (la calma ayuda a pensar).
  2. Pero en las personas con TAG ocurría al revés: cuanto más intensa era la ansiedad, mayor era el intelecto.

Es decir, el mismo rasgo (la alta ansiedad) funciona de forma completamente distinta según el contexto neurológico.

¿Qué ocurre realmente en el cerebro?

Cuando los investigadores analizaron la sustancia blanca subcortical (los «cables» que conectan las diferentes zonas profundas del cerebro), descubrieron el mismo patrón biológico tanto en los muy inteligentes ansiosos como en los muy inteligentes tranquilos.

Ambos grupos presentaban niveles reducidos de N-acetilaspartato (NAA), un marcador clave del metabolismo energético neuronal. Dicho de forma sencilla: su cerebro se «sobrecalienta» más rápido. Funciona a un rendimiento superior, pero consume mucho más «combustible» metabólico, incluso cuando están en reposo.

Los autores llegaron a una conclusión valiente sobre nuestra historia como especie: el intelecto y la preocupación crónica (worry) han co-evolucionado juntos. La ansiedad no es un fallo del sistema; es la cara oscura de una gran capacidad de procesamiento.

La hipótesis del «centinela» evolutivo

¿Por qué la naturaleza permitiría esto? Existe una hipótesis evolutiva muy convincente.

En la prehistoria, quien podía anticipar el peligro diez pasos antes («¿y si ese ruido es un tigre?») tenía más probabilidades de sobrevivir y transmitir sus genes que aquel que vivía despreocupado. Quien era capaz de calcular rápidamente múltiples escenarios catastróficos y sus consecuencias ganaba la partida de la supervivencia.

Así, un cerebro que modela constantemente el futuro se convirtió en nuestra superarma. El problema es que esa arma no se apaga nunca. Hoy ya casi no hay tigres, pero el cerebro sigue escaneando el horizonte en busca de amenazas. Y las encuentra: en los plazos de entrega, en las relaciones, en los comentarios de redes sociales.

Qué significa esto para ti ahora mismo

Si eres una persona inteligente y además sueles sufrir ansiedad, no es porque «algo falle en ti». Es porque tu cerebro funciona exactamente como evolucionó para funcionar: al máximo rendimiento de alerta.

En este caso, la ansiedad no es el enemigo. Es el ruido de fondo de un motor muy potente.

Cómo vivir con ello (sin romperse)

Comprender el mecanismo biológico ya es un alivio. No eres «débil», simplemente tienes un procesador que alcanza temperaturas más altas que el promedio. Aquí tienes algunas claves para gestionar ese exceso de energía:

  • Dale el combustible adecuado: Prioriza el sueño, las proteínas y el omega-3. El ejercicio físico es vital no solo por salud, sino para oxigenar esa sustancia blanca hiperactiva.
  • Reconoce tu ventaja estratégica: Las personas inteligentes con TAG suelen ser los mejores estrategas, analistas y escritores porque ven riesgos y matices que los demás ni siquiera perciben. Usa esa capacidad a tu favor.
  • Activa el «modo manual»: Practica meditación, terapia cognitivo-conductual o mindfulness. El objetivo no es «relajarse» (difícil para ti), sino redirigir toda esa potencia de cálculo. En lugar de procesar bucles de «¿y si...?» catastróficos, enfoca ese poder de procesamiento en resolver problemas complejos reales.

Fuentes para profundizar

  • Coplan, J. D., et al. (2012). The Relationship between Intelligence and Anxiety: An Association with Subcortical White Matter Metabolism. Frontiers in Evolutionary Neuroscience. (Estudio sobre el metabolismo NAA y la ansiedad).
  • Karpinski, R. I., et al. (2018). High intelligence: A risk factor for psychological and physiological overexcitabilities. Intelligence, Elsevier. (Confirma mayor prevalencia de desórdenes afectivos en CI > 130).
  • Poinso, F. (1994). Observaciones clínicas sobre la psicopatología del niño superdotado (Citado frecuentemente en literatura sobre disincronía).

Así que la próxima vez que alguien te diga «piensas demasiado», puedes responder tranquilamente:

«Sí, porque mi cerebro procesa más datos que la mayoría. Y sí, a veces agota. Pero he aprendido a pilotar esta nave».

Y será la pura verdad.