¿Por qué buscar una pareja con tus mismos hobbies podría ser un grave error?

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En la búsqueda de una pareja, a menudo nos aferramos a una idea que parece lógica y segura: la necesidad de compartir intereses. Creamos listas mentales, conscientes o no, de aficiones y gustos que una posible pareja debería tener. Si a ambos nos gusta el cine de autor, el senderismo de montaña y la misma música, la conexión parece garantizada. Sin embargo, esta estrategia, aunque bien intencionada, a menudo nos desvía de lo que verdaderamente forja un vínculo profundo y duradero. Los intereses comunes están sobrevalorados, no porque sean irrelevantes, sino porque confundimos la superficie con la esencia.

Hechos vs. Emociones: La Verdadera Semilla de la Atracción

Los intereses de una persona son, en esencia, una colección de hechos. «Me gusta leer», «disfruto salir a cenar», «practico meditación». Son afirmaciones objetivas, verificables y, sinceramente, algo inertes. Las personas no se conectan a un nivel profundo a través de un simple intercambio de datos, incluso si esos datos coinciden.

La atracción y la química no surgen de qué haces, sino de cómo te sientes con respecto a lo que haces y cómo lo comunicas. Existe un abismo entre decir «me gusta el senderismo» y expresar: «me fascina la sensación de desafiar mis propios límites, esa mezcla de soledad y peligro controlado que me hace sentir plenamente vivo cuando me doy cuenta de que estoy solo en la inmensidad». Lo primero es un dato; lo segundo es una ventana al alma. Revela valores, pasiones y una perspectiva única del mundo.

El hecho de que a dos personas les gusten las mismas películas o los mismos platos no dice nada sobre si disfrutarían de la compañía del otro mientras los experimentan. A la gente no le gustan tanto sus intereses como para compartirlos con cualquiera. Además, las aficiones rara vez son un indicador fiable de los rasgos de personalidad. ¿Sabías que el rapero DMX, conocido por su imagen dura, era un apasionado coleccionista de orquídeas? Esto nos enseña que las personas son mucho más complejas que la suma de sus pasatiempos.

El Espejismo de la Estabilidad: Cuando los Intereses Cambian

Ahora, consideremos la razón más poderosa por la que basar una relación en intereses comunes es una apuesta arriesgada. Piensa en quién eras y qué te apasionaba hace cinco, diez o veinte años. ¿Son exactamente los mismos intereses que tienes hoy? Probablemente no. Quizás una o dos cosas han permanecido, pero la mayoría de nuestras aficiones y pasiones evolucionan con nosotros.

Cada siete o diez años, nos convertimos, en un sentido funcional, en una persona diferente. Lo mismo le ocurre a nuestra pareja. Si el fundamento de la relación es un conjunto de actividades compartidas, ¿qué sostiene ese vínculo cuando los intereses de ambos, inevitablemente, cambian de dirección? Se crea un dilema insostenible: o bien se frena el crecimiento personal de ambos para mantener el statu quo —una especie de muerte en vida—, o se debe admitir que el pegamento de la relación reside en algo mucho más profundo.

El Pilar Oculto: La Tolerancia Mutua Como Base de la Relación

Si la coincidencia en las similitudes no es la clave, ¿cuál es la alternativa? Filtrar por la tolerancia mutua hacia las diferencias. Esto es infinitamente más importante.

Imaginemos a alguien a quien le apasiona una actividad exigente, como el montañismo extremo: dormir en el suelo, pasar dificultades y estar en contacto con la naturaleza más salvaje. No es realista esperar que cada posible pareja comparta esta pasión con la misma intensidad. Lo crucial no es que a su pareja le encante, sino que tolere y respete esa pasión. Que entienda su importancia y no obstaculice ni castigue el tiempo que se le dedica, incluso si se hace por separado.

No tenemos que hacerlo todo juntos. De hecho, esa expectativa suele ser una receta para el resentimiento. Es mucho más saludable y sostenible construir un vínculo donde cada uno tiene el espacio para cultivar sus propias pasiones, mientras se apoyan mutuamente. La verdadera compatibilidad no se encuentra en un espejo, sino en dos mundos individuales que eligen coexistir con respeto y admiración por sus diferencias.

En última instancia, lo que une a las personas es la atracción inicial, la química que se siente en presencia del otro y, para el largo plazo, un conjunto de valores compartidos y una profunda tolerancia. Buscar a alguien que parece perfecto sobre el papel, pero por quien no sientes nada, es una trampa. ¿Qué valoramos realmente en una pareja: un reflejo de nuestros gustos o un compañero para nuestra evolución?

Referencias

  • Gottman, J. M., & Silver, N. (2015). The Seven Principles for Making Marriage Work. Harmony Books.

    Este libro, basado en décadas de investigación con parejas, argumenta que las relaciones exitosas no se basan tanto en intereses compartidos como en la amistad profunda, la gestión de conflictos y el apoyo a los sueños y aspiraciones individuales del otro. El principio de «Crear un significado compartido» (Capítulo 7) enfatiza la importancia de una cultura interna en la pareja que respete los objetivos individuales, lo que se alinea directamente con la idea de la tolerancia mutua sobre la similitud de aficiones.

  • Roberts, B. W., & Mroczek, D. (2008). Personality Trait Change in Adulthood. Current Directions in Psychological Science, 17(1), 31–35.

    Este artículo de revisión académica confirma que los rasgos de personalidad no son estáticos y continúan desarrollándose a lo largo de la vida adulta. Apoya la premisa del artículo de que las personas cambian funcionalmente con el tiempo (por ejemplo, cada década), lo que hace que los intereses —que a menudo están ligados a la personalidad— sean una base inestable para una relación a largo plazo. Demuestra que el cambio es la norma, no la excepción.

  • Sprecher, S., & Regan, P. C. (2002). Liking some things (in some people) more than others: Partner preferences in romantic relationships and friendships. Journal of Social and Personal Relationships, 19(4), 463–481.

    Esta investigación explora qué rasgos se valoran más en las parejas románticas. Si bien la similitud juega un papel, el estudio destaca que cualidades como la calidez, la amabilidad y la expresividad son consistentemente más importantes para la atracción y la satisfacción que la similitud en aficiones o actividades de ocio. Esto refuerza el argumento de que la forma en que una persona nos hace sentir (química, calidez) supera con creces la coincidencia de intereses.