¿Qué ganas cuando dejas de ver tu trauma únicamente como una pérdida?

Artículo | Trauma

Para iniciar esta reflexión, definamos el trauma como una experiencia profundamente angustiante o perturbadora. No se trata únicamente de los grandes acontecimientos que asociamos con la palabra, como un desastre natural, la guerra o el abuso. El trauma también reside en experiencias que a menudo normalizamos: ser obligados a una independencia prematura, cargar con la responsabilidad emocional de toda una familia siendo solo un niño, o crecer en un entorno de carencia, anhelando lo que nunca se pudo tener.

El trauma que no se resuelve tiende a repetirse, convirtiéndose en un eco persistente en nuestras vidas. Por esta razón, una parte fundamental del crecimiento y la expansión personal consiste en sanar esas heridas. La sanación, en su esencia, es la experiencia de algo nuevo y antídoto, generalmente lo opuesto a lo que causó el dolor. Si el trauma fue la soledad, la sanación puede ser encontrar una conexión fiable. Si fue la impotencia, la sanación puede ser descubrir el propio poder.

Sin embargo, al simplificar estos conceptos, corremos el riesgo de caer en un pensamiento rígido. Es fácil etiquetar el trauma y todas sus consecuencias como «malas». Esto incluye las adaptaciones que desarrollamos para sobrevivir. Pero al hacerlo, nos perdemos una verdad poderosa sobre la vida misma.

La Doble Cara del Trauma: Debilidad y Fortaleza

Una realidad difícil de aceptar es que el trauma no solo moldea nuestras debilidades, disfunciones y desventajas. También influye de manera decisiva en nuestras fortalezas, ventajas y soluciones. El trauma provoca una polarización interna; puede estar en la raíz de nuestros mayores fracasos, pero también, paradójicamente, de nuestros más grandes éxitos.

Para ilustrarlo, consideremos dos ejemplos:

  • Ana tuvo una madre muy joven y sin apoyos, quien invirtió los roles y convirtió a su hija en su cuidadora. Ana aprendió a atender cada necesidad de su madre, desde consolarla hasta ayudarla en su trabajo. Este trauma la llevó a desarrollar un estilo relacional codependiente, a sentirse insegura de su propia identidad y a tener una voz suave y desempoderada. Sin embargo, también la dotó de una increíble capacidad para percibir las necesidades ajenas, una habilidad perfeccionada para ayudar, y el raro don de ceder el protagonismo para que otros brillen.
  • David creció en una familia adinerada donde la percepción pública lo era todo. Fue presionado desde niño para ser excelente, un trofeo para su familia. Aprendió que el amor y la aprobación se ganaban a través del rendimiento. Eligió el golf como su camino hacia la excelencia. Este trauma le generó una profunda sensación de tener que justificar su valor y una lucha constante con la vergüenza. Se obsesionó con su deporte hasta el punto de practicar entre lágrimas de dolor. No obstante, este mismo trauma le forjó una disciplina de hierro, una capacidad de concentración sobrehumana y lo llevó a alcanzar un éxito profesional y financiero que la mayoría solo puede soñar.

Más Allá de la Sanación Evidente

Al observar estas historias, es tentador llegar a conclusiones rápidas sobre lo que Ana y David necesitan para sanar. Podríamos pensar que Ana debe volverse «egoísta», centrarse en sí misma y dejar de preocuparse por los demás. Para David, podríamos concluir que necesita abandonar la presión del rendimiento, aprender a relajarse y encontrar un amor incondicional.

Pero estas son solo posibles vías de sanación, y no necesariamente las mejores para ellos. ¿Y si el trauma que experimentamos nos moldea perfectamente para el destino que nos corresponde? ¿Y si no solo las experiencias positivas, sino también las dolorosas, forman parte del camino que nos alinea con nuestro propósito más profundo?

Sin las heridas de la infancia y las experiencias de no sentirse vistos, no tendríamos actores capaces de conmovernos hasta los cimientos. Sin el trauma de la injusticia y la culpa, quizás no habría existido un Martin Luther King Jr. Sin tu trauma, serías una persona completamente diferente; sí, en algunos aspectos potencialmente para mejor, pero en otros, también para peor.

El Poder Supremo de la Elección Consciente

Lo más importante que puedes hacer con respecto a tu trauma es tomar conciencia de él. Reconoce tus heridas y cómo te han moldeado. Este proceso implica ver tanto el daño como el beneficio. El trauma no solo te quitó algo; también te dio algo.

A partir de esa conciencia, reflexiona sobre cuál sería la experiencia sanadora para ti. Considera las consecuencias, tanto positivas como negativas, de cada opción. Desde ese lugar de claridad, lo más empoderador que puedes hacer es tomar una decisión consciente con tu libre albedrío.

La respuesta correcta para ti puede ser experimentar lo lógicamente opuesto a tu herida. O bien, puede ser elegir conscientemente algo que tu trauma creó en ti y hacerlo tuyo. La clave es el acto de elegir conscientemente. Este ejercicio de libre albedrío transforma un patrón perjudicial en uno beneficioso.

  • Ana, tras un tiempo explorando su propia identidad, descubrió que lo que realmente amaba era dedicar su vida al éxito de otra persona. Se dio cuenta de que su trauma la había convertido en la mejor asistente personal imaginable. Al elegir conscientemente esa carrera, sanó la herida de sentirse obligada a servir a su madre, transformándola en una vocación que le daba un propósito y le permitía impactar el mundo de una manera que le resultaba auténtica.
  • David, después de sanar sus patrones de relación y encontrar una pareja que no le presionaba, decidió conscientemente abrazar su afán de logro y su disciplina. Eligió seguir luchando por la grandeza en el golf, pero esta vez desde un lugar de poder y elección personal, no de obligación o miedo. Se dio cuenta de que su trauma le daba una ventaja mental sobre sus competidores.

El trauma puede ser un obstáculo que te impide alcanzar lo que deseas. Pero también, paradójicamente, puede forjarte para conseguirlo. Puede inclinarte hacia el fracaso y puede inclinarte hacia el éxito. No tires el grano con la paja. Tu trauma te quitó algo, pero al mismo tiempo te dio algo. Ver la realidad completa es ver ambas caras de la moneda.

La moraleja es que, en la sanación del trauma, lo que verdaderamente importa es la elección consciente. La elección de desechar lo que ya no te sirve y, al mismo tiempo, apropiarte con fuerza de aquellos aspectos que tu trauma te ha dado y que te alinean con la vida que realmente deseas vivir.

Referencias

  • Van der Kolk, B. A. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Viking.

    Anotación: Este libro fundamental explora cómo el trauma se manifiesta no solo en la mente, sino que se inscribe profundamente en el cerebro y el cuerpo. Explica cómo muchas respuestas y adaptaciones postraumáticas (similares a las desarrolladas por Ana y David) son en realidad mecanismos de supervivencia biológica. La obra respalda la idea de que el trauma nos reconfigura por completo y que la sanación debe integrar el cuerpo.

  • Frankl, V. E. (1959). Man's Search for Meaning. Beacon Press.

    Anotación: Frankl, psiquiatra y superviviente del Holocausto, argumenta que la fuerza principal en el ser humano es la búsqueda de un propósito. Su concepto de la «última de las libertades humanas» —la capacidad de elegir la propia actitud ante cualquier circunstancia— resuena directamente con la tesis central del artículo sobre la «elección consciente». El libro afirma que incluso en el sufrimiento más profundo, podemos encontrar significado y, a través de esa elección, trascender nuestro dolor. (Especialmente relevante en la Parte II, «Logotherapy in a Nutshell»).

  • Herman, J. L. (1992). Trauma and Recovery: The Aftermath of Violence—from Domestic Abuse to Political Terror. Basic Books.

    Anotación: Herman proporciona un mapa detallado del proceso de recuperación del trauma, describiendo cómo las experiencias traumáticas afectan las relaciones, las creencias y el sentido del yo. Su trabajo valida la idea de que los «síntomas» son adaptaciones complejas a circunstancias anormales, lo que apoya la visión del artículo de que el trauma forja tanto debilidades como fortalezas funcionales.