La Terapia Focalizada en Trauma (TFT) ha cobrado protagonismo en Latinoamérica tras huracanes, desplazamientos forzados y la reciente crisis sanitaria. Lejos de ser un método monolítico, integra herramientas como Exposición Prolongada, EMDR, Terapia Narrativa y Regulación Somática. Su brújula es sencilla: devolver a la persona la capacidad de sentir el presente sin que el pasado se interponga como alarma permanente.
El abordaje comienza con una fase de estabilización: respiración diafragmática 5‑5‑5, visualización de “lugar seguro” y construcción de red de apoyo (un contacto para llamadas nocturnas, otro para caminatas). El terapeuta presenta la “ventana de tolerancia” y ayuda al consultante a identificar cuándo cae en hiperactivación (taquicardia, rabia) o hipoactivación (letargo, desconexión). Herramientas culturales abundan: en comunidades andinas se suave la música de quena como metrónomo vagal; en barrios d...
En la fase de procesamiento, cada técnica sigue su guion. EMDR hace mover los ojos al ritmo de un péndulo luminoso mientras se reconfiguran asociaciones; Exposición Prolongada guía la narración detallada de la memoria traumática; Terapia Narrativa crea un relato heroico donde “la persona” vence al “evento”. Todas comparten la consigna de dosificar intensidad y cerrar cada sesión con “aterrizaje” sensorial.
Estudios de la Universidad de Antioquia (2024) mostraron que, tras ocho sesiones de TFT, campesinos desplazados redujeron síntomas de TEPT en 38 % y mejoraron sueño. Clave fue incorporar metáforas agrícolas: el trauma como suelo erosionado que, con nutrientes (apoyo social, técnicas de grounding), puede germinar nuevas historias.
La ética impide romantizar el dolor: el terapeuta valida injusticias – violencia de género, conflictos armados – y trabaja paralelamente con referidos legales o sociales. TFT, bien aplicada, otorga al sobreviviente el derecho a vivir en cronología presente.