La Terapia Basada en Fortalezas (TBF) se ha asentado en Hispanoamérica como respuesta a enfoques deficitarios que enfatizan carencias. Inspirada en la resiliencia comunitaria después de desastres naturales y crisis económicas, esta metodología invita a mirar el inventario interno antes que la lista de deudas emocionales. El terapeuta adopta la postura de cronista de logros: pregunta por el día en que la persona resolvió un problema con ingenio, la tarde en que convenció a un grupo para jugar fút...
La práctica arranca con una “entrevista de éxitos”: el consultante relata momentos de flow, aquellos en que la tarea parecía ligera. El profesional extrae variables (contexto, habilidades, apoyo recibido) y las traduce en recursos replicables. Luego se elaboran “tarjetas de fortaleza” que el paciente coloca en un espacio visible de su casa. Estudios de la Universidad de Costa Rica señalan que este recordatorio visual eleva en 28 % la percepción de autoeficacia tras seis semanas.
La dimensión cultural se evidencia en la noción de buen vivir. Comunidades andinas integran la cosmovisión de reciprocidad: mi fortaleza existe porque también sostiene a otros. Por ello, algunos terapeutas facilitan “mapas de dones” donde cada miembro del círculo familiar anota habilidades que puede ofrecer – tocar guitarra, sembrar, traducir documentos – y solicita apoyos que necesita.
En el ámbito clínico, la TBF se fusiona con técnicas de solución breve: escalas de logro, construcción de futuro preferido y celebración de micro‑avances. Ante la ansiedad, por ejemplo, se indaga “¿qué hiciste la última vez que pudiste dormir bien?”; esa excepción se diseña como ritual nocturno. Al enfocarse en lo que sí funciona, el sistema nervioso aprende a salir del bucle de alarma.
La ética exige no invisibilizar opresión estructural. El terapeuta nombra contextos sociales – machismo, racismo – reconociendo que las fortalezas emergen a menudo pese a estas fuerzas. El objetivo es combinar denuncia y empoderamiento.
En definitiva, la Terapia Basada en Fortalezas convierte la biografía en manual de recursos, recordando que las herramientas más confiables suelen estar en la caja que llevamos desde el inicio.