La Terapia de la Realidad (TR) llegó a Hispanoamérica en los noventa como un soplo de aire fresco que invitaba a abandonar la búsqueda interminable de culpables para centrarse en la autorresponsabilidad y la acción presente. William Glasser postuló que todo ser humano persigue cinco necesidades básicas – supervivencia, amor y pertenencia, poder, libertad y diversión – y que el malestar emerge cuando los comportamientos elegidos no satisfacen esas necesidades o lesionan las de otros. El ...
En la consulta, la herramienta estrella es el ciclo WDEP: W (Qué quiero), D (Qué estoy haciendo), E (Evaluación de eficacia) y P (Plan). Un ejemplo: una docente desea “clases sin caos”, pero actualmente grita y expulsa alumnos. Tras evaluar que el método empeora el ambiente, diseña un plan de reglas visibles y refuerzos positivos. El seguimiento semanal registra qué funcionó y qué ajustar, evitando la culpa estéril.
Estudios de la Universidad de Costa Rica (2023) demostraron que la TR, aplicada en grupos de rehabilitación por consumo de sustancias, incrementó la permanencia en programa un 28 %; los participantes destacaron la sensación de “recuperar el volante” de su vida. En cárceles chilenas, facilitadores formados en TR utilizan dramatizaciones donde los reclusos analizan las consecuencias a largo plazo de reaccionar con agresión frente a provocaciones menores, ensayando alternativas autocontroladas.
La terapia se marida bien con la idiosincrasia latinoamericana de narrar anécdotas: se invitan cuentos personales para identificar elecciones y consecuencias. Se subraya que el pasado explica, pero no justifica; lo decisivo es elegir hoy conductas que acerquen al proyecto vital. Esta filosofía resuena en jóvenes hiperconectados que, frente a la presión social digital, aprenden a preguntar: “¿Me aproxima o aleja de mi bienestar publicar esto?”.
Elegir TR es comprometerse a eliminar quejidos pasivos y sustituirlos por planes concretos. No promete magia, pero sí la libertad incómoda y poderosa de asumir que, aunque no controlemos el mundo, controlamos la próxima acción.