La psicología positiva irrumpió en el panorama hispanohablante como una ventana hacia aspectos luminosos de la conducta humana. Su premisa central: no basta con reparar lo que está roto; también hay que fortalecer lo que ya funciona. Investigaciones sobre felicidad sostenible, flow y fortalezas del carácter han nutrido programas comunitarios, escuelas y empresas de toda la región.
En intervención clínica, el profesional guía al consultante a identificar momentos de plenitud —ese instante en que el tiempo se detuvo durante un proyecto creativo, o la calidez de una charla con un amigo— y a extraer ingredientes replicables. Herramientas como la “entrevista de picos” trazan la biografía emocional en busca de logros que evidencien competencias latentes. Al revivir estos hitos, la persona redescubre la confianza autogenerada.
En el ámbito laboral, organizaciones aplican la psicología positiva para prevenir burnout. Dinámicas de savoring invitan a los equipos a celebrar pequeños avances semanales, reforzando la percepción de progreso. Estudios de la Universidad de Salamanca muestran descensos del 22 % en agotamiento emocional tras ocho semanas de intervención basada en fortalezas y propósito compartido.
Las escuelas también se suman: programas de alfabetización emocional enseñan a reconocer cinco emociones básicas y sus funciones adaptativas. El alumnado practica ejercicios de “mindfulness cotidiano”, como dedicar un minuto a escuchar sonidos del entorno antes de iniciar la clase. Estos micro‑espacios mejoran atención y reducen conflictos de aula.
Críticas a la psicología positiva alertan sobre la banalización de la felicidad. Para evitarlo, los profesionales enfatizan que las emociones negativas no son enemigas, sino señales. El objetivo no es suprimir la tristeza, sino equilibrar la balanza experiencial. Así, resiliencia se entiende como la capacidad de recuperarse sin negar la complejidad de la vida.
Optar por la psicología positiva es elegir un enfoque de crecimiento integral. Al entrenar gratitud, fortalezas y sentido, las personas amplían su repertorio para navegar crisis y construir una narrativa vital más rica y coherente.