El neurofeedback, conocido en algunos países hispanohablantes como retroalimentación cerebral, utiliza sensores de EEG para convertir impulsos eléctricos neuronales en gráficos y sonidos que el paciente observa mientras realiza tareas sencillas, como mover un avatar con la mente o mantener encendida una barra de progreso. La premisa es que, al recibir información inmediata sobre su actividad cerebral, el sistema nervioso central puede autoajustarse, del mismo modo que una persona regula su postura al mirarse en un espejo.
Aplicado inicialmente a pilotos de aviación militar en la década de 1960, el método se expandió a contextos clínicos para tratar TDAH, epilepsia parcial y estados de ansiedad resistentes. Investigaciones de la Universidad de Granada muestran que, tras 25 sesiones, adolescentes con trastornos de aprendizaje experimentaron un aumento significativo en la memoria de trabajo y en la velocidad de procesamiento. En Latinoamérica, clínicas de rehabilitación neurológica han incorporado protocolos personalizados que combinan neurofeedback con mindfulness guiado, logrando reducir la rumiación depresiva en adultos jóvenes.
Una sesión se divide en tres fases: evaluación de base, entrenamiento y cierre reflexivo. En la primera, el terapeuta verifica los ritmos dominantes —por ejemplo, un exceso de beta alta puede correlacionar con hiperalerta—. Luego se diseña un juego interactivo que premie el aumento de ondas sensorimotoras (SMR) o la inhibición de theta, dependiendo del objetivo. Durante el entrenamiento, el paciente no “fuerza” la señal, sino que explora estrategias mentales (imágenes positivas, respiración lenta, evocación musical) y nota cuáles mantienen la animación fluida.
La retroalimentación auditiva es clave para personas con déficits visuales o con fatiga ocular. Se emplean tonos que se afinan o desafinan según la coherencia interhemisférica. Otros dispositivos ofrecen vibraciones hápticas, ideal para niños inquietos que se benefician de estímulos multicanal. Al finalizar, el profesional repasa tendencias y propone tareas para casa: registrar horas de sueño, practicar respiración diafragmática o limitar cafeína antes del entrenamiento.
El neurofeedback no sustituye a la farmacoterapia cuando ésta resulta imprescindible, pero puede disminuir dosis al fortalecer el control endógeno. Su carácter no invasivo atrae a quienes buscan alternativas sin efectos secundarios. No obstante, la ética exige describir expectativas realistas: los cambios suelen ser graduales y dependen de la constancia. Con un plan coherente, las personas descubren que la mente, lejos de ser un espectador pasivo, se convierte en arquitecta activa de su propio equilibrio.