La Psicología Humanista irrumpió en Hispanoamérica como respuesta a modelos que concebían al ser humano como engranaje de estímulos y respuestas o como marioneta de impulsos inconscientes. Bajo el lema «el todo es más que la suma de las partes», propuso rescatar la subjetividad, la libertad y la responsabilidad personal.
En sesión, el terapeuta escucha con curiosidad genuina y comenta: «Siento tu tristeza, ¿cómo la percibes tú?». Este espejo empático activa la conciencia fenomenológica. Estudios de la Universidad de Costa Rica (2024) muestran descenso en la sintomatología cuando se percibe congruencia terapéutica.
La técnica del focusing dirige la atención a una «sensación sentida» y aguarda palabras o imágenes que emergen. En comunidades indígenas, se adapta incorporando rituales y narrativas ancestrales.
La filosofía humanista inspira metodologías educativas como la evaluación formativa, donde el error se entiende como peldaño de aprendizaje.
Al finalizar, la gente aprende a convivir con sus paradojas y a cuidar su coherencia interna. La Psicología Humanista afirma la dignidad de ser humanos, imperfectos y en constante creación de sentido.