La Danza Movimiento Terapia (DMT) se ha instalado en el mundo hispanohablante como un puente entre mente y cuerpo que trasciende la verbalización. Cuando una persona desplaza el peso, tensa los hombros o alarga la columna, expresa un relato que las palabras no logran codificar. En DMT, el “texto corporal” se convierte en materia prima para la reflexión terapéutica. Surgida en hospitales psiquiátricos de Estados Unidos durante los años cuarenta, la disciplina llegó a América Latina a finales del siglo XX...
Las aplicaciones clínicas abarcan desde la regulación emocional en trastornos límite hasta la rehabilitación motora en lesiones cerebrales. En contextos de migración, la DMT ofrece un espacio donde la identidad corporal originaria puede coexistir con la cultura de acogida: ritmos andinos se fusionan con hip‑hop urbano, creando un lenguaje híbrido que fortalece la autoestima. Cada sesión de 50 a 70 minutos incluye calentamiento, exploración improvisada, interacción grupal y una fase de “verbalización...
Investigaciones de la Universidad de Buenos Aires señalan que la variabilidad cardíaca se incrementa durante ejercicios de “mirroring” motriz, lo que sugiere un fortalecimiento del tono vagal y, por ende, de la capacidad para tolerar la incertidumbre. Programas escolares que combinan danzas folclóricas con dinámicas de psicodrama han reportado disminución del bullying y mayor cohesión de grupo.
En definitiva, la DMT permite que el cuerpo hable y que la mente escuche en movimiento, ofreciendo un camino terapéutico creativo y validado por la investigación.