
Los celos son una respuesta emocional compleja compuesta de miedo a perder, comparación social y sensación de injusticia. Se activan cuando interpretamos que un tercero amenaza algo valioso: una pareja, una amistad o un logro. Aunque culturalmente se asocien al amor romántico, la investigación psicológica señala que los celos desregulados pueden derivar en vigilancia obsesiva, violencia y ruptura de vínculos.
Dimensión neurobiológica: estudios con resonancia muestran activación de la amígdala e ínsula — regiones ligadas al dolor social. El sistema dopaminérgico refuerza conductas de comprobación (revisar mensajes) porque alivia ansiedad a corto plazo, perpetuando el ciclo.
Factores predisponentes:
- Apego ansioso: historia de inconstancia afectiva.
- Autoestima inestable y autocrítica.
- Experiencias previas de infidelidad.
- Normas de género que equiparan control con cuidado.
- Uso excesivo de redes sociales y comparación constante.
Escalera de los celos patológicos: pensamiento intruso → emoción intensa → acción impulsiva (llamadas, gps) → alivio momentáneo → mantenimiento del esquema.
Herramientas terapéuticas:
- CBT: identificar distorsiones (“si habla con él, me engaña”), diseñar experimentos conductuales y tolerancia a la incertidumbre.
- Terapia de Esquemas: trabajar creencias raíz (“seré abandonado”).
- EMDR para desensibilizar recuerdos de traición.
- Mindfulness interpersonal: escuchar sin interpretar.
- Reacuerdo de límites dentro de la pareja (privacidad, amistades, redes).
Prevención: alfabetización emocional en escuelas, cuestionar mitos (“los celos son prueba de amor”), promover modelos de pareja basados en confianza. En relaciones consensualmente no monógamas, se practica compersión — alegría por la felicidad del otro — demostrando que los celos no son inevitables.
Si percibes que tus celos te controlan, busca apoyo profesional. La terapia brinda un espejo para ver más allá del temor y construir seguridad interna, clave para vínculos sanos.