
Violencia adolescente engloba actos intencionados de agresión física, psicológica o sexual perpetrados o sufridos por jóvenes de 12 a 18 años. Incluye peleas, acoso escolar y cibernético, violencia en el noviazgo, pandillaje, uso de armas y agresiones grupales. No se trata de un fenómeno aislado, sino de un síntoma de desajustes sociales, familiares e individuales.
Factores de riesgo: maltrato infantil, exposición a violencia doméstica o comunitaria, trastornos de conducta, consumo de alcohol o drogas, amistades antisociales, escasa supervisión parental, pobreza, discriminación, sexismo y fácil acceso a armas. Estudios latinoamericanos (UNICEF, 2024) revelan que la combinación de tres o más factores incrementa cinco veces la probabilidad de agresión grave.
Factores protectores: relación cálida con adultos, normas familiares claras, rendimiento académico positivo, participación en deporte y arte, competencias socioemocionales y disponibilidad de servicios de salud mental.
Consecuencias: lesiones, trauma, fracaso escolar, deserción, antecedentes penales, embarazo no deseado, estigmatización y costes económicos para salud y seguridad. Las víctimas presentan mayor riesgo de depresión y suicidio; los agresores, de consumo problemático de sustancias y cronificación del delito.
Prevención basada en evidencia:
- Programas escolares (KiVa, Second Step) que enseñan empatía y resolución de conflictos.
- Capacitación parental (Triple P, Incredible Years) con refuerzo positivo y disciplina no violenta.
- Mentoría y tutoría de pares adultos.
- Justicia restaurativa y mediación comunitaria.
- Políticas públicas contra armas y a favor de espacios recreativos seguros.
Intervención clínica: evaluación SAVRY, planes de seguridad, TCC grupal, manejo de ira, terapia familiar y tratamiento de comorbilidades psiquiátricas.
Rol de la tecnología: el cyberbullying amplifica la violencia; se requieren programas de alfabetización digital, moderación y protocolos escolares.
Mensaje final: la violencia juvenil puede prevenirse. Con apoyo integral y oportunidades de desarrollo, los jóvenes transforman conductas de riesgo en proyectos de vida dignos y pacíficos.