
Trastorno por consumo de sustancias (TCS) se caracteriza por la ingesta continua o episódica de alcohol, fármacos o drogas ilícitas a pesar de consecuencias adversas para la salud y la vida cotidiana. Va más allá del uso experimental: implica tolerancia, abstinencia, pérdida de control y priorización de la sustancia sobre obligaciones y vínculos.
Neurociencia: las sustancias activan el sistema de recompensa, liberando dopamina que refuerza la conducta. Con el tiempo, el cerebro se adapta, disminuye receptores y exige dosis mayores. La corteza prefrontal, responsable de planificar y inhibir impulsos, se ve hipoactivada, dificultando decisiones.
Factores predisponentes: genética, trauma temprano, trastornos psiquiátricos, entornos de violencia, marketing del alcohol y prescripción excesiva de opioides. Durante la pandemia, el aislamiento elevó el consumo de benzodiacepinas y estimulantes.
Abordaje terapéutico:
- Desintoxicación hospitalaria o ambulatoria con seguimiento médico.
- Psicoterapia: cognitivo‑conductual, entrevista motivacional, prevención de recaídas de Marlatt.
- Farmacoterapia: naltrexona, acamprosato, metadona, buprenorfina.
- Grupos de apoyo: AA, NA, Al‑Anon, SMART.
- Estrategias de reducción de daños: programas de jeringas, salas de consumo supervisado y naloxona.
Rehabilitación integral: aborda desempleo, vivienda, comorbilidades, habilidad social y recreación sin sustancias. El acompañamiento de pares y familia reduce estigma y potencia adherencia.
Recuperación es proceso cíclico; recaídas se reinterpretan como aprendizaje. Indicadores: días de abstinencia, satisfacción vital y reinserción social.
Mensaje final El TCS es tratable; pedir ayuda es un acto de valentía y el primer paso hacia una vida plena.