
El duelo es la respuesta emocional y física a la pérdida de algo valioso: un ser querido, una pareja, un empleo, la salud o un proyecto vital. Se expresa en tristeza, rabia, culpa, alivio, inquietud y síntomas corporales como insomnio, falta de concentración o dolores musculares. La neurobiología muestra una hiperactivación del sistema límbico y una reducción temporal de funciones ejecutivas, lo que dificulta tomar decisiones.
Modelos clásicos hablan de etapas, pero la investigación reciente subraya que el duelo es un proceso oscilante. Una persona puede sentirse estable y al día siguiente revivir la pérdida al oír una canción. La mayoría transita del duelo agudo a la integración en unos seis a doce meses, manteniendo un vínculo interno sano con el ausente. No obstante, alrededor del 10 % desarrolla duelo complicado: anhelo persistente, rabia intensa, evitación de recordatorios, i...
Factores que incrementan riesgo: muerte repentina, relaciones ambivalentes, falta de red de apoyo, historia de trauma, múltiples pérdidas acumuladas, restricciones sanitarias que impiden ritos funerarios. Niños manifiestan temor al abandono, conductas regresivas o somatizaciones; adolescentes muestran irritabilidad o conductas de riesgo. Personas mayores enfrentan a la vez soledad y fragilidad física.
Herramientas terapéuticas con mayor evidencia:
- Terapia Cognitivo‑Conductual centrada en duelo: exposición narrativa a recuerdos dolorosos y reconstrucción de proyectos vitales.
- ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso): focaliza en aceptar emociones y comprometerse con valores.
- Terapia integrativa relacional: explora apego y significado relacional de la pérdida.
- Grupos de psicoeducación: normalizan reacciones y promueven resiliencia compartida.
- Ritos personalizados: cápsulas del tiempo, diarios, caminatas conmemorativas.
Medicamentos antidepresivos pueden indicarse si coexiste depresión mayor. El autocuidado — sueño higiénico, alimentación balanceada, ejercicio moderado — protege contra somatización. Técnicas de respiración, yoga y mindfulness reducen la activación simpática.
Cultura y espiritualidad: en el mundo hispano, velorios, novenarios y aniversarios tienen función de sostén comunitario. La migración complica estos ritos; las ceremonias virtuales ofrecen alternativa. Es saludable alternar conexión con recuerdos y momentos de descanso mental (“oscilación dual”). Redes sociales pueden ser tribuna de homenaje o fuente de reactivación dolorosa; conviene ajustar la exposición.
Cuidadores y profesionales de salud enfrentan fatiga por duelo; supervisión y autocuidado previenen burnout. Centros educativos deben flexibilizar tareas para estudiantes en duelo.
Conclusión: el duelo no se supera, se transforma. Pedir ayuda no borra el amor; lo preserva al permitir que la vida siga con propósito.