Por qué no eres una gota en el océano, sino el océano entero en una gota.
¿Quién soy yo? Pocas preguntas resuenan con tanta fuerza en la profundidad del ser humano. ¿Soy la mente que piensa, el cuerpo que la alberga, el heredero de un linaje ancestral o quizás una creación divina? Esta interrogante, que el filósofo Alan Watts consideraba la más crucial de todas, nos sitúa frente al gran espejo de la existencia. Él, como un maestro intérprete de las filosofías orientales, dedicó su vida a desvelar estos enigmas, usando metáforas para iluminar aquello que nos cuesta ver, de la misma manera que nuestros dientes no pueden morderse a sí mismos.
La idea central de su pensamiento es una invitación a disolver las fronteras que hemos dibujado. Estamos infinitamente más entrelazados con el universo de lo que nuestra percepción cotidiana nos sugiere. La separación que sentimos entre nuestro "yo" y el mundo exterior es, en esencia, una ilusión. Pero, ¿qué es esta ilusión y cómo nos define?
La Mente y el Mundo: Una Danza Inseparable
Cuando observamos el mundo —el cielo azul, el fluir del tráfico, los rostros de la gente—, todo parece ocurrir "ahí fuera". Sin embargo, esta experiencia del exterior tiene lugar, en realidad, "aquí dentro", en la conciencia. Sin una mente que perciba, no existirían los colores, los olores, los sonidos o las texturas tal y como los conocemos.
Esto no significa que el universo entero esté contenido dentro de nuestro cráneo. Físicamente, los objetos que vemos están fuera de nosotros. Aquí reside la paradoja: el cráneo que contiene la mente se encuentra dentro del mundo que esa misma mente ayuda a crear. Es una relación simbiótica e inseparable. Si la conciencia humana desapareciera, el mundo que conocemos se desvanecería con ella. Podrían quedar otros mundos —el mundo olfativo de un perro o el mundo multifacético de una mosca—, pero el nuestro, el humano, dejaría de existir. Un universo sin nadie que lo perciba, sin conciencia alguna que dé fe de su existencia, se vuelve irrelevante.
Manzanas en el Árbol del Cosmos
A menudo nos sentimos como visitantes en este planeta, como si la inteligencia hubiera sido "lanzada" sobre una roca inerte y sin vida. Creemos que llegamos a un mundo ya hecho. Alan Watts propone una perspectiva radicalmente distinta: no llegamos a este mundo, sino que surgimos de él. No hay una separación real entre nosotros y las rocas, el agua y el aire.
Un planeta que una vez consideramos "muerto" ha dado a luz a la vida humana de la misma manera que un manzano da manzanas. Nos sentimos superiores a nuestro entorno, a las plantas, a los animales y al propio suelo que pisamos. Pero, desde la óptica de Watts, esto es tan absurdo como una manzana sintiéndose superior al árbol que la nutrió. Aunque nuestros cuerpos son inmensamente complejos, dependemos por completo de aquello que a veces menospreciamos. Sin agua, sin aire, sin los minerales de la tierra, simplemente no existiríamos.
Somos, en efecto, los frutos del universo, dotados de la extraordinaria capacidad de ser conscientes de él. Como Watts afirmó de manera tan poética: «A través de nuestros ojos, el universo se percibe a sí mismo. A través de nuestros oídos, el universo escucha sus armonías. Nosotros somos los testigos a través de los cuales el universo toma conciencia de su gloria, de su magnificencia».
La Gran Ilusión: El Engaño del "Yo" Separado
La ilusión fundamental, según Watts, es la creencia en un "yo" individual y aislado. En realidad, somos parte de una única y vasta manifestación. Somos productos del cambio constante, como las olas son una expresión temporal del océano, apareciendo y desapareciendo para transformarse en otra cosa. Somos un conjunto de "acontecimientos" que se entrelazan con todo lo que nos rodea, sin un núcleo o alma central e inmutable. Esto es lo que el budismo llama "no-yo" (Anatta), un concepto que desafía a una mente que piensa en términos de objetos sólidos y separados.
Para darle sentido al mundo, creamos categorías, conceptos y definiciones. Trazamos una línea alrededor de una porción de la realidad, le ponemos una jaula conceptual y le damos un nombre. Pero la realidad es fluida e inasible. En el instante en que creemos haberla capturado con una palabra, ya se ha transformado.
La Trampa de las Etiquetas
Le ponemos un nombre a un niño, por ejemplo, a Juan. Pero el niño cambia constantemente. Aun así, nos aferramos a ese nombre y a las ideas que asociamos con él, ignorando que la persona real está en un perpetuo estado de flujo. Vemos el mundo a través de esta red de conceptos: español, francés, capitalista, comunista, república, monarquía. Hemos construido reglas sobre cómo pensar, hablar y vivir basándonos en estas etiquetas.
Cuando alguien pregunta "¿Quién eres?", respondemos casi siempre con un concepto: "Soy contable", "Soy mujer", "Soy español", "Soy filósofo". Pero, ¿esas palabras nos describen en nuestra totalidad? Evidentemente, no. Describen, a lo sumo, características pasajeras, pero omiten la inmensidad de lo que realmente somos. Esta construcción artificial de ideas, diseñada para definir lo indefinible, es la verdadera naturaleza de la ilusión.
Entonces, ¿quiénes somos? Somos aquello que está más allá de la ilusión. Las palabras son insuficientes. Como dice el Tao Te Ching: «El Tao que puede ser nombrado no es el Tao eterno». O, en la memorable frase de Watts: «El menú no es la comida».
Nuestros intentos desesperados por definir con palabras "quiénes somos" son precisamente la razón por la que no podemos encontrar una respuesta. No se puede definir lo indefinible ni hacer permanente lo impermanente. Por eso, a pesar de sus lúcidas explicaciones, Alan Watts nunca ofreció una respuesta verbal y definitiva a la pregunta «¿Quién soy yo?». En su lugar, nos dejó el silencio que sigue a la pregunta, un espacio para la experiencia directa, más allá de cualquier concepto.
Referencias
- Watts, A. (1966). The Book: On the Taboo Against Knowing Who You Are. Pantheon Books.
Este libro aborda directamente la tesis central del artículo. Watts argumenta que la sensación del "yo" o "ego" es una construcción social y una alucinación compartida que nos aísla del resto del universo. Sostiene que nuestra verdadera identidad no es el ego separado, sino el cosmos entero, la totalidad de lo que existe.
- Watts, A. (1975). Tao: The Watercourse Way. Pantheon Books.
Esta obra póstuma explora los principios del taoísmo, que son fundamentales para entender la crítica de Watts a los conceptos y las etiquetas. El libro explica cómo el Tao (el fluir natural del universo) no puede ser capturado por el lenguaje o el pensamiento conceptual, reforzando la idea presentada en el artículo de que "el menú no es la comida". Se profundiza en la naturaleza fluida y cambiante de la realidad.
- Watts, A. (1951). The Wisdom of Insecurity: A Message for an Age of Anxiety. Pantheon Books.
En este libro, Watts argumenta que nuestra búsqueda de seguridad psicológica y espiritual a través de creencias fijas, instituciones y la definición de un "yo" permanente es la causa principal de nuestra ansiedad. Propone que la verdadera serenidad se encuentra al abrazar la inseguridad y la impermanencia, lo cual se alinea con la idea del artículo de que somos procesos en constante cambio, como las olas en el océano.