¿Por qué la libertad puede sentirse como una condena, según los existencialistas?

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Imagínese por un momento que, junto con nuestro certificado de nacimiento, se nos entregara un documento que detallara el propósito de nuestra existencia. Qué sencillo sería todo. No habría necesidad de buscar nuestro lugar en el mundo, de dudar sobre nuestra vocación o de preguntarnos por qué estamos aquí. Todo estaría predeterminado. Pero la realidad es otra: nos vemos arrojados a la vida con la tarea de encontrar ese sentido por nosotros mismos, un camino que rara vez es fácil. Pero, ¿tiene la vida un sentido intrínseco? ¿Podemos vivir sin él? ¿Existe algo llamado destino? Estas son las preguntas fundamentales que han resonado a lo largo de la historia de la humanidad.

La Muerte como Espejo de la Vida

A veces, la idea de la muerte parece despojar a la vida de todo significado. ¿Para qué construir, crear o amar, si todo está destinado a desaparecer? Sin embargo, el filósofo alemán Martin Heidegger nos invita a ver la muerte no como un fin que anula todo, sino como aquello que define nuestras posibilidades. Mientras vivimos, tenemos un horizonte de planes y opciones. Pero es la certeza de nuestro fin lo que nos impulsa a elegir, a valorar y a actuar. Vivir sin la conciencia de la muerte, según Heidegger, es caer en una rutina de quehaceres cotidianos, una existencia que, en efecto, carece de sentido. Temer a la muerte es, en esencia, temer a la vida misma.

El antiguo filósofo Epicuro lo expresó de una manera célebre: «Cuando existimos, la muerte no está presente. Y cuando la muerte está presente, nosotros no existimos». Esta reflexión nos libera del temor, pero no resuelve la pregunta sobre el propósito. Quizás la respuesta está en la perspectiva contraria: es precisamente la finitud la que otorga valor a nuestra existencia. Si fuéramos inmortales, cada atardecer, cada sinfonía, cada encuentro podría posponerse indefinidamente. La eternidad haría que hasta la belleza más sublime se volviera monótona. El valor de lo que tenemos reside, paradójicamente, en el hecho de que inevitablemente lo perderemos.

¿Un Destino Escrito en las Estrellas?

Algunos creen que el sentido de la vida es algo innato, como el color de nuestros ojos. Esta visión se alinea con el determinismo, la idea de que todo en el universo está interconectado por una cadena de causas y efectos que se remonta hasta el Big Bang. Cada evento, por trivial que parezca, es el resultado de una secuencia ineludible. No habríamos elegido un helado si no hiciera calor, si nuestros padres no se hubieran conocido, y así sucesivamente. En esta visión, los acontecimientos solo pueden ocurrir de una única manera posible. Todo está predeterminado.

Pero, ¿dónde quedan entonces la libertad y la responsabilidad personal? El filósofo David Hume argumentaba que una cosa no anula la otra. Somos responsables de los actos que realizamos por voluntad propia, sin coacción externa. Sí, nuestro gusto por el dulce y el calor pueden estar predeterminados, pero nadie nos obliga a comprar un helado en lugar de agua. Esa es nuestra elección. Hume sugiere que esta libertad no es una elección infinita, sino una que se basa en nuestras predisposiciones. Si te ofrecen elegir entre varios juguetes, es casi seguro que escogerás tu favorito, una decisión predecible basada en tus gustos. Incluso si eliges otro a propósito para contradecir, esa misma rebeldía está determinada por tu carácter. Así, según esta perspectiva, tenemos libertad, pero no una elección verdaderamente ilimitada.

La Angustia de Ser Libres

En el otro extremo del espectro, el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre sostenía que no nacemos con una esencia o un propósito definidos. Nos convertimos en quienes somos a lo largo de la vida. A diferencia de un tenedor, que se crea con un destino claro (para postre, para pescado), el ser humano no es creado para una tarea específica. Ser alto puede facilitar jugar al baloncesto, pero no nos obliga a ello. La elección es nuestra.

Esta libertad, sin embargo, viene con una carga inmensa: la responsabilidad total. Si tomamos nuestras propias decisiones, no podemos culpar a factores externos por nuestros fracasos. No puedes culpar a tu madre por no ser jugador de baloncesto si fuiste tú quien eligió otro camino. Por eso, Sartre afirmaba que «el hombre está condenado a ser libre». Esta libertad no siempre se siente como un don, sino a menudo como una maldición. La necesidad de elegir puede paralizarnos, como al asno de Buridán, que muere de hambre entre dos montones de heno idénticos por no poder decidirse.

Abrazar el Absurdo: La Felicidad de Sísifo

Si debemos buscar el sentido por nosotros mismos y no hay garantía de encontrarlo, ¿qué pasa si, simplemente, no existe? El existencialista Albert Camus se enfrentó a esta pregunta de frente. Para él, la condición humana es fundamentalmente absurda: somos seres que anhelan un sentido en un universo que no ofrece ninguno. Camus ilustra esta idea con el mito de Sísifo, condenado por los dioses a empujar eternamente una roca hasta la cima de una montaña, solo para verla rodar hacia abajo una y otra vez.

Sísifo es consciente de la futilidad de su tarea, pero no se rinde. En la aceptación de su destino absurdo y en la continua rebelión de seguir empujando la roca, encuentra su libertad y su propósito. «Hay que imaginar a Sísifo feliz», concluye Camus. Su lucha es el sentido de su vida. Para nosotros, enfrentados a la falta de un sentido cósmico, Camus sugiere que la creatividad y la experiencia estética —desde el arte hasta la simple contemplación de una puesta de sol— son formas de rebelarnos contra el absurdo y afirmar nuestra humanidad.

Al final, no hay respuestas fáciles ni universales. Ya sea que encontremos sentido en la aceptación de nuestro destino, en la libertad radical de nuestras elecciones o en la rebelión silenciosa contra un universo indiferente, la búsqueda en sí misma es lo que nos define. Quizás el verdadero sentido de la vida no es un destino que se nos entrega, sino un camino que construimos con cada paso que damos.

Referencias

  • Camus, A. (2019). El mito de Sísifo. Penguin Clásicos.
    En este ensayo fundamental, Camus explora la filosofía del absurdo. Argumenta que la vida carece de un sentido inherente, pero que los seres humanos pueden encontrar valor y felicidad rebelándose contra esta falta de sentido, ejemplificado en la figura trágica y, en última instancia, feliz de Sísifo. Las reflexiones sobre la futilidad y la rebelión son centrales en las páginas 25-50 y 145-150.
  • Sartre, J. P. (2016). El existencialismo es un humanismo. Edhasa.
    Esta obra es una introducción accesible al pensamiento existencialista de Sartre. Aquí expone claramente su famosa máxima «la existencia precede a la esencia», explicando que los seres humanos primero existen y luego definen su propósito a través de sus acciones y elecciones. La idea de estar «condenado a ser libre» y la responsabilidad radical que ello implica se desarrolla a lo largo de todo el texto, especialmente en las páginas 45-65.
  • Hume, D. (2014). Investigación sobre el conocimiento humano. Alianza Editorial.
    En la Sección VIII, «De la libertad y la necesidad», Hume presenta su influyente argumento sobre la compatibilidad entre el libre albedrío y el determinismo. Sostiene que la libertad humana no es la ausencia de causalidad, sino la capacidad de actuar según las propias voliciones sin coacción externa, sentando las bases para muchos debates modernos sobre la responsabilidad en un mundo regido por leyes naturales.