Por qué buscar un propósito para tu vida es mucho más importante que encontrarlo

Artículo | Autoaceptación

Seguro que alguna vez te has hecho estas preguntas en el silencio de la noche o en medio del ajetreo diario: ¿Por qué vivo? ¿Cuál es el propósito de todo este esfuerzo? Si has sentido el peso de estas dudas, no estás solo. La filosofía existencialista, lejos de ofrecer respuestas mágicas, nos entrega una herramienta poderosa y a la vez vertiginosa: la responsabilidad de crear nuestro propio sentido.

La existencia precede a la esencia: eres el artista de tu vida

La idea central que sacudió los cimientos del pensamiento tradicional fue la de Jean-Paul Sartre: nuestra existencia precede a la esencia. ¿Qué significa esto? En pocas palabras, que nacemos sin un guion, sin un propósito predeterminado por los dioses, la naturaleza o la sociedad. Primero existimos, y solo después, a través de nuestras decisiones y acciones, definimos quiénes somos.

Pensemos en la filosofía clásica de Platón y Aristóteles. Para ellos, cada cosa, incluido el ser humano, tenía una "esencia" o forma ideal. Si desde niño mostrabas talento para las matemáticas y te convertías en un gran ingeniero, se consideraba que habías realizado tu esencia predestinada. Estabas "hecho para eso". Los existencialistas rompen con esta idea. No hay un molde previo. Tus padres pueden soñar con que seas médico, pero la decisión final, y la esencia que forjarás, será tuya. Somos un lienzo en blanco, y cada pincelada es una elección que nos define.

El lienzo en blanco: la responsabilidad de crear(se)

Si aceptamos que no hay un camino trazado, ¿cómo empezamos a dibujar? La respuesta está en dos procesos continuos: la autodeterminación y la autorrealización. Esto implica ser un participante activo en nuestro destino, atendiendo a todas las facetas de nuestra vida. De nada sirve ser un profesional brillante si descuidamos nuestras relaciones y afectos, dejando una parte importante de nuestro ser sin realizar.

Este camino de creación personal empieza con la reflexión. Mirar hacia nuestro interior para entender nuestros verdaderos deseos y miedos nos permite comprender por qué tomamos ciertas decisiones. Pero no se trata solo de pensar, sino de actuar y superar las dificultades. Albert Camus, en El mito de Sísifo, nos presenta una imagen poderosa: un hombre condenado a empujar una roca hasta la cima de una montaña, solo para verla caer una y otra vez. Camus nos invita a imaginar a Sísifo feliz. ¿Por qué? Porque en la aceptación de su absurda tarea y en la tenacidad de su esfuerzo, Sísifo encuentra su propio sentido. Se rebela contra la futilidad a través de su conciencia y su perseverancia.

Los pilares de tu construcción: elección, creencias y relaciones

Nuestra vida se edifica sobre las decisiones que tomamos. Como insistía Sartre, somos la suma de nuestras elecciones. Desde qué desayunamos hasta con quién compartimos la vida, cada decisión, por pequeña que parezca, es una pincelada en nuestro autorretrato.

Nuestras creencias y valores personales, como señalaba Karl Jaspers, actúan como la brújula que guía esas elecciones. Un estudiante que decide trabajar para pagar sus estudios, buscando independencia, está actuando desde un valor personal. Esta elección no solo resuelve una necesidad presente, sino que fortalece su carácter y define sus futuras acciones. Asimismo, nos descubrimos a través de los demás. Simone de Beauvoir destacaba que es en las relaciones donde nos abrimos, expresamos y contrastamos nuestras ideas. La interacción con otros nos ayuda a entendernos mejor. Aquí, la elección vuelve a ser crucial: ¿Vemos a los demás como espejos que nos reflejan y enriquecen, o como interferencias que nos impiden escucharnos?

La rebelión contra el absurdo

¿Y si, en el fondo, no hay ningún sentido? Los existencialistas no huyen de esta pregunta; la abrazan. Camus argumenta que el ser humano está condenado a buscar un significado en un universo que es indiferente y silencioso. Esta colisión entre nuestra necesidad de sentido y la falta de uno en el mundo es lo que él llama "el absurdo".

Sin embargo, esto no es una invitación a la desesperación, sino a la rebelión. Crear nuestro propio sentido es un acto de afirmación, una forma de declarar nuestra importancia aunque al cosmos no le importe. Renunciar a esta búsqueda es renunciar a nuestra libertad y convertirnos en espectadores de nuestra propia existencia. Curiosamente, incluso la decisión de no buscar un sentido es, en sí misma, una elección que define una forma de vida. La pregunta que los existencialistas nos plantean es: ¿esa elección refleja realmente tus deseos y valores, o es una forma de autoengaño?

La sombra de la libertad: responsabilidad y muerte

La libertad de elegir es el mayor don del existencialismo, pero también su mayor carga. Cada elección conlleva una responsabilidad, no solo por nosotros, sino por cómo afecta a los demás. La decisión de un hombre de dejar un trabajo estable pero monótono por emprender un negocio arriesgado no solo cambia su vida; impacta en la estabilidad de su familia, puede crear empleos para otros e inspirar a su comunidad. Cada elección crea una cadena de consecuencias.

Y detrás de toda elección, se cierne la conciencia de nuestro fin. El filósofo Martin Heidegger sostenía que la muerte no es solo un evento biológico, sino el horizonte que da perspectiva a nuestra existencia. Es el saber que nuestro tiempo es limitado lo que nos impulsa a vivir auténticamente. Pensemos en los personajes de ficción que, al enterarse de su muerte inminente, se lanzan a vivir con una intensidad que nunca antes habían conocido. Aceptar la finitud nos libera de las trivialidades y nos enfoca en crear una vida que, para nosotros, tenga significado. La inmortalidad, en cambio, a menudo se retrata como una maldición que diluye el valor de cada momento.

Un eco en nuestro tiempo

Estas ideas, lejos de ser meras abstracciones, tienen una profunda relevancia hoy. La terapia existencial, por ejemplo, ayuda a las personas a confrontar sus miedos, su libertad y su responsabilidad para forjar una vida más plena.

Por supuesto, esta no es la única perspectiva. Otras corrientes filosóficas y religiosas ofrecen respuestas diferentes, basadas en la fe o en valores culturales preestablecidos. Pero la invitación del existencialismo sigue resonando con fuerza. Nos anima a vivir conscientemente, a aceptar la carga y el privilegio de nuestra libertad y a ser los autores de nuestra propia historia.

Al final, la pregunta persiste: ¿qué determina el sentido que elegimos? ¿Nuestras preferencias individuales o el contexto cultural en el que estamos inmersos? La respuesta, como todo lo demás, es una elección que nos corresponde hacer.

Referencias

  • Sartre, J. P. (1946). El existencialismo es un humanismo. Este breve ensayo es la puerta de entrada más directa al pensamiento de Sartre. En él se exponen de manera clara y concisa los conceptos fundamentales como "la existencia precede a la esencia", la angustia, la libertad absoluta y la responsabilidad radical que recae sobre el individuo al tener que crear su propio sentido sin excusas ni guías externas. (Particularmente relevante en las páginas 35-60 de ediciones estándar).
  • Camus, A. (1942). El mito de Sísifo. Esta obra es clave para entender el concepto del absurdo. Camus analiza la confrontación entre el anhelo humano de significado y el silencio irracional del mundo. El ensayo final, que da título al libro, utiliza la figura mítica de Sísifo para ilustrar cómo la conciencia y la rebelión frente a un destino fútil pueden constituir una forma de victoria y de creación de sentido personal.
  • Frankl, V. E. (1946). El hombre en busca de sentido. Aunque proviene del campo de la psicología (logoterapia), este libro es una aplicación práctica y conmovedora de la búsqueda de sentido. Basado en sus experiencias en campos de concentración, Frankl argumenta que la fuerza primordial del ser humano es la "voluntad de sentido". Demuestra que, incluso en las condiciones más extremas de sufrimiento, el hombre puede encontrar un propósito a través de sus decisiones y actitudes.